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No se trata de una crisis de los partidos políticos; ni de una crisis de la dirigencia política; o del Congreso y sus similares Asambleas y Concejos, ni del Sistema de Comunicaciones políticas, en nuestros días, pervertidas por el abuso de las redes sociales. La enumeración puede seguir. Pero es suficiente para señalar lo que denomino la crisis del Sistema Político.
En febrero de 2018 escribí a solicitud de Pedro Medellín un texto que describió estas y otras variables que ayudan a entender esta crisis que no es solamente colombiana, ni es de ayer o de los últimos años, sino que refleja una crisis de la Democracia Liberal en el mundo. Son muchos los libros que se han publicado al respecto en los últimos veinte años.
El texto de este ensayo fue divulgado en el libro ‘Cuál debe ser la Agenda para los próximos 20 años’, por la Escuela Superior de Administración Pública, junto con otros de conocidos expertos: ‘Desafíos Políticos para el Gobierno de Colombia 2018-2022’. Infortunadamente, como es evidente, la vigencia de estos desafíos no ha desaparecido, se ha incrementado. Aquí, y en otros países, entre ellos Estados Unidos, Reino Unido, Francia, España.
Este preámbulo para señalar que venimos haciendo Reformas Políticas desde 1991 pero sin el ejercicio muy difícil de construir una visión integral sobre tema tan estratégico. Nada menos que el Sistema Político, que es la base imprescindible de los otros, el Económico, el Financiero, el Cultural, el de la relación del Estado central – regiones, etc.
La Constitución de 1991 introdujo reformas de gran impacto en el Sistema Político: la Vicepresidencia, las elecciones directas de Gobernadores (ya existía la de los alcaldes), y las dos vueltas en la elección presidencial cuando no se alcanzaba una mayoría absoluta en la primera, la Circunscripción Nacional para elección del Senado, financiación estatal preponderante de las campañas y de los partidos y un repertorio de formas de participación política. Y otras de mucha significación.
Semejantes transformaciones dieron lugar a un nuevo país político que apenas si comprendemos adecuadamente. No fue poca cosa que el sistema bipartidista y su faccionalismo hubiera desaparecido y que el multipartidismo se hubiera instalado a veces en forma más que exagerada.
Estas reflexiones incompletas vienen al caso cuando se plantean algunas reformas muy parciales que no contribuyen a un mejoramiento real del Sistema Político. Son paños de agua tibia, por decir lo menos en forma coloquial.
Lo que se requiere es una buena reflexión sobre la situación del Sistema Político (insisto, el sistema) y no de algunos aspectos del mismo. Los del 91 fueron ambiciosos y audaces. Luego, han sufrido varias modificaciones que no han sido felices. Sé que hay muy poca disposición para este tipo de ejercicio intelectual. Es que no es fácil. Y muchos consideran que se correrían innumerables riesgos. Que se podrían poner en peligro conquistas muy valiosas que han ayudado a democratizar mucho nuestra vida política.
Por ejemplo, un debate serio sobre la conveniencia de la financiación estatal total de las campañas políticas, acompañada de la reducción de gastos, es mucho más clave que no sé cuántas más. Su impacto sobre el Sistema Político sería enorme. ¡Máxima reducción de la corrupción, preservación del buen sentido de las políticas públicas y del papel del Estado como promotor del bienestar y mucho más!
*Exministro de Estado.