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Hemos sido testigos. No se jugó limpio en esta campaña, lo que es una gran pena. Lo visto y vivido no corresponde a un país que se dice civilizado, moderno y precia de tener una importante tradición civilista. Vamos a elecciones con dos candidatos ex alcaldes de importantes ciudades del país, de quienes se dice, de uno más que del otro, no son estadistas a juzgar por su paso por sus respectivas administraciones municipales.
Pareciera, en decir de algunos que la apuesta fuera querer experimentar un salto al vacío y perder lo conquistado. Que no es posible que llegue a la Presidencia de la República una persona de ideología de izquierda, ya que ello sería el principio del fin. Que la democracia y las libertades se deben seguir manteniendo en nuestro territorio. Que los propósitos triunfantes en otras latitudes cercanas no deberían tener cabida entre nosotros. Que los derechos deben seguir vigentes, así como fuerte y creciente nuestra economía, como se nos está reconociendo universalmente. Que industriales, empresarios e inversionistas podrán seguir sus programas sin sobresaltos. Que recesión económica no habrá. Que no se verá menguada la calidad de vida de los colombianos. Que todo lo positivo y rescatable que tenemos se podría ir traste de llegar al poder una persona de izquierda.
Las propias necesidades y realidades del país, se dice también por parte de otros, no han sido del todo analizadas, a juzgar por que no se propusieron a cabalidad las perspectivas ni las estrategias correctas ni adecuadas capaz de saquen avante al país, que enfrento con éxito la triple emergencia sanitaria, economía y social. Ni lo que haremos ante la comunidad de naciones, ni respecto de nuestra riqueza marina para consolidar progreso y desarrollo, ni frente al nuevo orden mundial.
Unos más hablan de la existencia de la grave incertidumbre que padecemos y se encuentra estrechamente articulada con la irresponsabilidad de los políticos que han conducido al país a una situación tal que avisa con irnos en barrena. Que de no pensar real y seriamente en Colombia, como debería y tendría que corresponder, en decir de unos más, llegaría al poder quien nunca debió siquiera ser candidato.
Hoy más que nunca, un mejor, mal o peor rumbo para el país está en nuestras manos, lo que es innegable y ad portas estamos. Cabe en esto la reflexión y la sindéresis. Asomarnos al horizonte, otearlo. Entender y comprender que está en juego la democracia en las más de sus bondades. El porvenir de la generación presente y futura, y en ello el de nuestros hijos, nietos y demás descendencia. Entender y comprender también qué como ciudadanos conscientes, debemos tener claro, muy en claro, a quienes nos corresponde asumir a ciencia y conciencia que nuestros intereses no pueden ser defendidos por los políticos sino directamente por nosotros, en la verdad que nadie más hará por nosotros lo que no seamos capaces de hacer por nosotros mismos. Pensemos bien. Votemos mejor. saramara7@gmail.com