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En cada elección se juzga la democracia de una República. La ciudadanía al votar decide acerca de la calidad de la democracia de su república. El voto del ciudadano no solo elige a un candidato de su simpatía política a fin de que gobierne en su nombre asuntos de sus intereses, también evalúa la conducta de su partido o movimiento político que le sirve como instrumento en el que puede expresar su opinión, previa deliberación. Las elecciones constituyen una especie de examen a un curso académico en el que se pasa al tablero a los estudiantes para medir el nivel y la calidad de la enseñanza que se imparte.
La democracia contemporánea vive en elecciones. Las elecciones son el camino que ha construido la sociedad democrática para fundamentar y fortalecer un orden justo, por tanto, las elecciones son el oxígeno para la democracia. Sin elecciones, no puede vivir la democracia, y de la calidad del ambiente previo a las elecciones depende la fuerza de la democracia, y se requieren ciudadanos y demócratas. Pero los ciudadanos y demócratas no nacen, se forman. Esta formación no es un asunto menor en una República democrática, es la clave para la existencia de una óptima democracia.
Los griegos, padres de la democracia, lo enseñaron desde la antigüedad. Lo que nos legaron y se hace necesario conservar, es que la democracia es el gobierno de la razón y de la tolerancia, en la que las decisiones se adoptan previa la más amplia deliberación. Deliberación es la palabra clave en una democracia. A más deliberación política, mejor gobierno se puede elegir.
Un ciudadano, un demócrata que participa como candidato en unas elecciones, delibera y promueve la deliberación. La ciudadanía en las elecciones le asiste el derecho a ser informado por lo candidatos de los programas, formas, medios y con quienes va a gobernar. Asimismo, le asiste el derecho a criticar lo que el candidato ofrece. El voto es libre, y no es ni puede ser una adhesión ciega a un candidato. Es que el poder está en la ciudadanía en una democracia.
James Fishkin en su libro “Democracia y deliberación. Nuevas perspectivas para la reforma democrática” nos dice: “En la actualidad, la voz del pueblo puede ser distorsionada por la falta de deliberación, como cuando las encuestas del modelo plebiscitario se toman como su voz o puede ser distorsionada por desigualdades políticas, como cuando nuestro proceso representativo es deformado por no ser efectivamente receptivo; o puede ser distorsionada por la tiranía de la mayoría…”. Insisto, la deliberación es exigencia de la democracia.
Así como la deliberación pública de los candidatos en un proceso electoral en sus fases previa a las elecciones es esencial para la democracia y del espíritu de un Estado Constitucional de Derecho. Igualmente, la presencia pública y visible de los partidos políticos en un proceso electoral, es esencial en las elecciones. En una democracia contemporánea, los partidos políticos son el valor y la esencia de la democracia. En las democracias, independiente a que el cargo sea unipersonal, no se vota por una persona, se vota por partidos.
Hans Kelsen en su clásica obra “Esencia y valor de la democracia” enseña que: “La democracia moderna, descansa puede decirse, sobre los partidos políticos, cuya significación crece con el fortalecimiento progresivo del principio democrático…. La democracia, necesaria e inevitablemente requiere de un Estado de partidos”. En conclusión, sin deliberación ni partidos políticos son inconcebibles y quien los niega esconde un discurso autoritario. El debate es una obligación democrática.
*Exministro de Estado *Exgobernador