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Ad portas de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, el título de esta columna podría sugerir una opción política. Sin embargo, no es esa la intención.
No quisiera que la palabra cambio terminara tan desvirtuada como la palabra paz, en cuyo nombre han hecho la guerra sucia.
La verdad es que ya estamos en el cambio. Las capas tectónicas que nos sostenían, se movieron. El mundo tal como lo conocimos está en vía de transformación. O si no, ¿qué significó para usted, que tiene la amabilidad de leer esta columna, la pandemia? ¿Cómo cambió su vida el confinamiento? ¿Cómo cambiaron sus relaciones personales y sociales? ¿Experimentó tristeza o miedo? ¿Se preguntó sobre su manera de vivir? ¿Sobre la muerte? ¿Se reconoció finito? ¿Se cuestionó sobre su calidad de vida? ¿Sobre sus creencias?
Y aunque haya quien crea que su estilo de vida, alejado de la realidad, lo protegió de la pandemia, con seguridad experimentó vacío por la falta de consumo y contacto directo. ¿O creyó sentirse más seguro con más likes? Y si es de los que cree que en nada lo afectó la pandemia porque no vio morir a los suyos, le pregunto: ¿Está seguro de haber salido ileso, del impacto emocional de la transmisión en vivo y en directo de la cruel invasión de Rusia a Ucrania? ¿Del miedo inducido que producían los vándalos durante las marchas en Colombia?
¿Cree ser sobreviviente lúcido de la avalancha de información política que circula por las redes contaminadas de basura? ¿Cree estar en capacidad de dilucidar qué es verdad y qué no lo es? ¿Teme un futuro sin poder adquisitivo para vivir? Somos muy vulnerables y estamos expuestos. Aparentemente tenemos más opciones al recibir más y más información. Esta falsa sensación nos hace sentir más empoderados como ciudadanos que deciden, cuando en realidad estamos más confundidos y más manipulados. ¿Con base en qué decidimos?
Todo esto parece tenerlo claro el candidato que encabeza las encuestas. La irresponsabilidad con la que promete cualquier cosa y fabrica noticias mentirosas deja en claro que la verdad ya no importa, es relativa. Lo importante es que sus seguidores le crean. Los valores tampoco cuentan: prima el contagio de las emociones y, si son negativas contra el adversario, mejor. Eso es lo que, según ellos, conduce al «cambio».
Definitivamente estamos parados sobre el cambio. Pero, ¿hemos cambiado nosotros? o ¿sólo estamos haciendo resistencia inútil?
Gane quien gane, estamos enfrentados al desafío de ser mejores personas y mejores ciudadanos. El verdadero cambio empieza con la liberación individual del yugo que nos impone una sociedad antivalores donde han desaparecido, en primer lugar, el bien preciado de la verdad.
En nombre de las «libertades y de los derechos», se pretende despojar a Colombia de los cimientos sobre los que se ha construido nación, como si dinamitándolos fuera posible la reconstrucción y el «cambio».
*Periodista*Defensora de DD.HH.