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Este último domingo de mayo se llevará a cabo la primera vuelta presidencial en las elecciones en Colombia y todo parece indicar que en esta oportunidad ninguna de las opciones en disputa obtendrá la mitad más uno necesarios para ser elegido y tendremos seguramente segunda vuelta el tercer domingo de junio entre las dos fórmulas más votadas inicialmente.
Así que debemos tener paciencia y esperar a que en su momento la decisión de los ciudadanos colombianos nos indiquen cuál será la fórmula que conducirá el gobierno durante el próximo cuatrienio.
Más allá de los problemas que las encuestas y cada uno de los programas de los candidatos considera prioritarios, quisiera destacar la importancia estratégica, para el gobierno próximo, de iniciar la reconciliación para poder avanzar en el cambio de la cultura política colombiana, de tal manera que vayamos progresivamente consolidando una cultura democrática de respeto por la diferencia y de considerar al otro como un adversario y no como un enemigo –que es lo que prima hoy día desde los campos de la derecha política, pero también desde la izquierda-.
Empezar a aclimatar la reconciliación que no es una tarea de corto plazo- requiere una política pública educativa y de propiciar un cambio cultural, que era justamente lo que se esperaba del gobierno encargado de iniciar la implementación del Acuerdo de La Habana, sin embargo ganaron las elecciones las fuerzas que se oponían a los Acuerdos en esta ocasión sólo el candidato Rodolfo Hernández voto en contra del plebiscito, los otros tres candidatos lo hicieron a favor, Sergio Fajardo, Gustavo Petro y Federico Gutiérrez y lo que hemos tenido es un gobierno que a regañadientes ha implementado muy parcialmente los mismos y por supuesto a este eje de cambio cultural y de reconciliación no le dedicó la más mínima prioridad –más bien hubo fue un permanente botafuego para impedir que se avanzara en esa dirección-.
Porque promover la reconciliación es una política pública que debe involucrar las instituciones educativas universidades, colegios, etc., los medios de comunicación de masas, los partidos políticos, las iglesias, en fin toda la sociedad trabajando en la misma dirección, pero eso solo es posible si el gobierno asume la camiseta de ‘director de orquesta’ de ese esfuerzo colectivo.
Porque si bien es parcialmente cierto que la pobreza y desigualdad son una de las causas de la violencia ciudadana, igualmente es fundamental que además de mejorar las condiciones socioeconómicas de las familias que es prioritario, es estratégico el cambio cultural, que realmente permita, por ejemplo, que tendencias proclives a la venganza que están muy a flor de piel en la sociedad colombiana vayan siendo transformadas y desplazadas y progresivamente entendamos que la democracia no es sólo elegir periódicamente los gobernantes, sino que democracia es aceptar la diferencia y la diversidad y aprender a convivir con las mismas y en esa medida desterrar del lenguaje y de la práctica política expresiones propias de la guerra como enemigo y por el contrario entender que en democracia existen es adversarios con quienes eventualmente podemos construir acuerdos parciales, pero sobre todo coexistir de manera positiva.
Sin importar quién sea el nuevo Presidente de los colombianos, esperaría que hiciera de la reconciliación de la sociedad colombiana una estrategia prioritaria de su gobierno y en esa medida políticas públicas estratégicas en esa dirección son fundamentales.
Esto adicionalmente ayudará a crear un ambiente favorable al importante trabajo de la Justicia Especial para la Paz, la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, la Unidad de Víctimas y al análisis tranquilo, aunque crítico que nos presente a los colombianos la Comisión Especial de la Verdad.