Noticias de Santa Marta, el Magdalena, y el mundo!
El bombardeo y la invasión rusos a su vecino ucraniano, sigue demostrándonos que el colonialismo está hoy más vivo que nunca, después de más de cinco siglos del inicio de su apogeo en el mundo. La guerra contra Ucrania ha producido más de tres millones de exiliados.
A nosotros en América nos tocó vivir la prolongada influencia del Imperio Español con su aberrante carga de impuestos y el traslado de nuestras riquezas hacia el territorio dominante: el dominio no sólo era territorial y político, sino especialmente económico. La historia está llena de estas hegemonías, desde la entronización del Impero Romano, la expansión del Imperio Británico, dos guerras mundiales y el posicionamiento de los intereses de todo tipo de algunos Estados -incluidos Francia y Portugal-, que sembraron sus economías en territorios ajenos, y su creciente dominación política en muchos otros. Las estrategias militares y de guerra cambiaron el sentido político de los territorios dominados, proliferando las colonias, los enclaves, los protectorados, las conquistas de guerra, las invasiones, la imposición de gobiernos en otros Estados que se consideraban soberanos y legítimamente constituidos. Las concepciones políticas de la dominación se fueron transformando bajo la influencia de un Estado liberal, en intereses económicos; el libre juego de la oferta y la demanda de Smith y Ricardo contrastaron con el manejo autónomo de los factores de producción y la defensa de las riquezas del Estado dominado. Con la globalización, se ha producido un cambio histórico en el manejo financiero internacional, reactivándose la colonización en materias que creíamos superadas.
Ejemplo de esta colonización que vive el mundo es la invasión que sufren los ciudadanos ucranianos de su propio territorio a manos del Imperialismo Ruso, y al tiempo, el escritor y profesor universitario Abdulrazak Gurnah, último Premio Nobel de literatura, tanzano de formación británica, ha lanzado con motivo de su exaltación, una frase que nos puso a pensar: “Un libro no detiene un tanque, pero nos informa contra la tiranía” y en una de sus más nombradas obras aborda el tema de las consecuencias de la colonización europea, de sus experiencias en Tanzania como colonia británica y sus vivencias como refugiado. Debemos reflexionar acerca de su manifestación de compasión por los ucranianos, por el ataque cruel y malévolo sobre los hogares de muchas personas, porque es una reactivación manifiesta del colonialismo y la perversidad con la que son tratados muchos ciudadanos en el mundo, víctimas de la tiranía y la esclavitud. El poder militar demostrado a través de los siglos, sus intereses económicos en Ucrania y la debilidad de los gobiernos occidentales, han permitido que el Imperio Ruso intente someter, con la ayuda de otros imperios, territorios soberanos que siguen luchando por su absoluta independencia. “La literatura no puede intervenir contra la tiranía mediante la fuerza, pero sí puede aclararnos cosas para que nosotros tomemos la decisión de luchar”, ha dicho el Nobel. Los ucranianos luchan por su soberanía, que para muchos es un concepto difícil de asimilar.
Para los gobiernos democráticos la soberanía reside esencialmente en el pueblo y consiste en poder autogobernarse, conformar un Estado de Derecho, tener una economía autosuficiente, escoger su propia forma de gobierno, elegir libremente y sin presión alguna los gobernantes, disfrutar de los derechos humanos, ser controlados sus ciudadanos en sus condutas y sus actuaciones como asociados, recibir adecuadamente los servicios públicos, todas manifestaciones de libertad y de soberanía. Si otros Estados intervienen o dirigen directa o indirectamente estos valores y responsabilidades, si violan su territorio, cobran vidas inocentes, si se inmiscuyen en asuntos internos ajenos, esa soberanía se ve desplazada y se convierte en una tiranía. En lo que a nosotros concierne, muchas de estas expresiones de la soberanía de nuestra Nación, desafortunadamente, no corresponden a un Estado independiente y libre, pero seguiremos luchando por rescatarlas. Vivimos en Colombia marcados por un asfixiante colonialismo comercial. Sólo con observar la complicada movilidad en nuestras ciudades, la pobreza de las regiones, la dependencia alimentaria de otras naciones, la dolarización de la economía, la débil comercialización de nuestras riquezas naturales, los profundos distanciamientos en las clases sociales, concluiremos que somos un país colonizado por estas circunstancias adversas.
*Abogado laboralista *Profesor universitario