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VIH y muerte no son sinónimos
Muchos asocian al VIH con la muerte y la promiscuidad sexual. Sin embargo, se trata de un virus que, si bien puede resultar mortal, no implica que no se pueda llevar una vida normal con él.
La vida con VIH es todo un reto para los portadores de este virus, uno de los más temidos en el mundo. Ya sea por ignorancia o desinformación, alrededor de este tema se teje un sinnúmero de mitos, imaginarios e ideas preconcebidas que hacen que la carga para quienes están infectados sea muy pesada.
El 1 de diciembre, el mundo conmemoró el Día Mundial del Sida. Tres usuarios de Coosalud diagnosticados contaron sus testimonios, cómo ha sido la lucha con la enfermedad. Para ellos, la adherencia a los tratamientos es clave para garantizar la supervivencia y calidad de vida.
La forma en la que Gabriel* se enteró de que estaba contagiado de VIH parece sacada de un programa de televisión. Fue hace 30 años, cuando la epidemia apenas tenía alrededor de una década de haber aparecido en el mundo. Para entonces, residía en Medellín. “Estaba viendo un noticiero y entrevistaron a una persona que había sido mi pareja dos años atrás en Bogotá, y esa persona vivía con el virus, era miembro de una fundación”, relata.
Por esa razón, decidió hacerse una prueba que, como era de esperarse, salió positiva. “Fue un choque tremendo, un golpe tenaz, sobre todo porque, en esa época, salir infectado era sinónimo de muerte. Mi pareja de ese momento se dio cuenta de mi reacción y yo le conté la situación. Esa persona se hizo el examen y salió negativa, pero la relación se fue deteriorando poco a poco hasta que se acabó”.
El diagnóstico para Camilo* llegó cuando tenía 17 años. “Mi mamá se había ido del país dos años antes, en busca de un mejor futuro para mí y para mi hermano, futuro que nunca vimos, porque ella se dedicó a vivir su vida por allá y no volvimos a sentir su apoyo”.
Fue por ello que el joven –según relata– se vio obligado a abandonar el colegio, pues no contaba con ningún soporte económico. A sus 16, conoció a una persona que comenzó a ayudarlo en sus necesidades y, aunque le duplicaba la edad, pues tenía 35, se sintió tan respaldado que –asegura– se enamoró.
Camilo sintió que algo andaba mal cuando empezaron a salirle heridas en la piel, por lo que solicitó asistencia médica y fue ahí donde le detectaron sífilis reactiva. Por eso, le ordenaron otros exámenes, entre ellos, la prueba de VIH.
“Yo sabía lo negativo de tener relaciones sexuales sin preservativos, sin cuidarse, pero digamos que a esa edad yo era una persona, de verdad, bastante vulnerable, pero bueno, no puedo tampoco hacerme la víctima porque, igual, yo sabía lo que había detrás de…”, reconoce.
A Gloria, por su parte, el virus la tomó por sorpresa. En 2006, su primer esposo falleció de manera repentina y los médicos, en vista de que no encontraban la causa de su deceso, resolvieron practicarle la prueba de VIH, que salió positiva.
Un test para ella confirmó que estaba infectada. Por fortuna, el de su hija fue negativo. “Me dieron tres meses de vida, y yo me devasté, me dije: «No voy a vivir más, esta es una enfermedad que va a acabar conmigo»…”
“Yo quería sacarlo (a su exesposo) del cajón y reclamarle que por qué lo había hecho, que por qué no había pensado en su hija y en mí. Tuve tanto estrés, todos los días lloraba, pensaba que ya al día siguiente me iba a morir, que iba a amanecer muerta”, cuenta.
SEGUNDAS OPORTUNIDADES
Tras ser diagnosticado, Gabriel retornó a Santa Marta, su ciudad natal, y comenzó a investigar acerca del VIH, virus con el que se han contagiado casi 80 millones de personas en el mundo desde el inicio de la epidemia, de acuerdo con Onusida. Este ataca el sistema inmunitario e interfiere con la capacidad del cuerpo de combatir infecciones. Si no se trata a tiempo, puede causar sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), una enfermedad que ha cobrado la vida de alrededor 36,3 millones individuos a nivel mundial durante este periodo de 40 años de pandemia, según el mismo organismo.
En ese proceso de conocimiento y aceptación, Gabriel contó con el apoyo de su madre, que era enfermera de profesión. “Buscamos asesoría y pues, poco a poco, fui resolviendo todos esos bajones que traía ese diagnóstico”, explica.
Se vinculó a una organización de personas viviendo con VIH, de la que se convirtió en líder. Fue a partir de ahí que se despertó su vocación latente de ayudar a los demás. Creó una fundación para trabajar por la población LGTBI y, en particular, por cualquier persona con el virus. “Vengo trabajando en el tema desde hace muchos años. Acá al Magdalena llegó un proyecto del Fondo Mundial llamado VIH, Malaria y Tuberculosis, y me escogieron para liderarlo. Ahí duré dos años y pude capacitarme como técnico en salud sexual y reproductiva”, comenta.
Durante la primera semana tras conocer que estaba infectado, Camilo recuerda sentirse tranquilo, sereno. “Era como: «bueno, ya lo tengo, ya no puedo hacer nada». Pero la segunda semana sí fue terrible, caí en una crisis emocional fatal”.
En una amiga suya, una mujer a quien considera su segunda mamá y a quien describe como un ángel en su vida, Camilo encontró la motivación y la fortaleza para afrontar su situación.
Más tarde, se le presentó la oportunidad de estudiar cocina, incluso antes de terminar su bachillerato.
“Yo vivía en (el barrio) El Nazareno y estudiaba en El Pozón y me iba y venía a pie todos los días. Pese a la distancia, podían más mis ganas de salir adelante”.
Gloria no tiene presente desde hace cuántos años el VIH vive en su organismo, trata de no pensar en ello. “Afortunadamente, siempre se me ha mantenido indetectable y he disfrutado de buena salud, es más, me volví a casar y tuve otra niña. Mi pareja es negativa y ella también es negativa”.
Camilo, Gloria y Gabriel forman parte de los 8.108 usuarios de Coosalud EPS a nivel nacional que, a la fecha, son atendidos en la cohorte de VIH. El porcentaje de cumplimiento de los pacientes de las actividades relacionadas con su atención es de 93,6%.
Y es que, si bien, aún no existe una cura para el VIH/sida, ni una vacuna para prevenirlos, las acciones de adherencia al tratamiento es clave para garantizar una vida saludable, según coinciden los mismos protagonistas.
“Hoy en día el VIH es una enfermedad que se puede manejar perfectamente, después que tengas tu tratamiento y lleves una vida organizada, una vida muy sana”, recalca Gabriel, quien es vocero departamental en la red de personas viviendo y conviviendo con VIH a nivel nacional y que continúa trabajando duro por esta población.
Camilo hoy tiene 27 años y labora como chef ejecutivo de un gastrobar en el norte de La Heroica, mientras que Gloria goza de una vida familiar tranquila junto a su esposo y sus dos hijas, de 16 y 11 años.
‘SI DA NEGATIVO, ES POSITIVO’
Con ocasión del Día Mundial de la Lucha contra el Sida, que se conmemora cada 1 de diciembre, Coosalud lanzó una campaña nacional denominada ‘Si da negativo es positivo’, para hacer eco acerca de la importancia de la detección temprana del virus para, de esta manera, mejorar los pronósticos y calidad de vida.
La estrategia es también una oportunidad para mostrar apoyo a las personas que viven con VIH y rechazar la estigmatización hacia esta población.
VIH Y EL COVID
Abraham Katime, reconocido científico e infectólogo de Santa Marta precisó que “la pandemia no solo afectó a todas las enfermedades crónicas, especialmente la hipertensión y diabetes, sino también afectó el tema del VIH”.
Seguidamente, el infectólogo, mencionó que durante estos tiempos de pandemia, toda la investigación se volcó a coronavirus, “muchas personas se alejaron de las clínicas por el temor de consultar a los médicos y todas esas cosas y solamente se logró diagnosticar muy probablemente a las personas que tenían síntomas y no se diagnosticaron personas que son asintomáticas, que son gran parte de los enfermos VIH”.
“Sin duda fue una limitación que se generó. Las personas que estaban en tratamiento muchas están radicadas en áreas dispersas, entonces hubo dificultad en los programas que atendían estos pacientes, enviarle medicamento y ya que los pacientes no podían ir a sus controles o la realización de sus controles”, agregó Katime.
En este sentido, el infectólogo, reiteró que “la pandemia afectó a todas las enfermedades crónicas y le dio un golpe duro a la infección por pacientes que tienen VIH y las personas que estaban en programas, también afectó la de atención, el diagnóstico temprano, algunos programas que tenían la EPS, dónde adultos jóvenes, a través de programas de la EPS se hacían pruebas generales, que además incluyen la detección de la transmisión VIH”, señaló.
Por otra parte, la epidemióloga Mónica Medina, explicó que las personas que viven con el VIH en tratamiento antirretroviral, el hecho de mantener una adherencia óptima asegura la supresión viral y la recuperación inmunológica, reduce el riesgo de complicaciones en caso de infección con Covid-19).
Sin embargo, recomienda encarecidamente a las personas que viven con el VIH que adopten las medidas preventivas generales para Covid-19 recomendadas para todas las personas de acuerdo con la orientación de la OPS/OMS . Al igual que otras poblaciones de alto riesgo de padecer Covid-19 grave, las personas que viven con el VIH que tienen 60 años o más y/o con enfermedades crónicas subyacentes (por ejemplo, diabetes, cáncer, enfermedades respiratorias y cardiovasculares) pueden tener un mayor riesgo o sufrir enfermedades más graves relacionadas con el mortal virus.
De igual manera, Medina dio a conocer que en Santa Marta, la población masculina de adultos jóvenes, es la que lleva ‘la bandera’ en la mayor incidencia que hay de contagios.
*Los nombres han sido cambiados para proteger la identidad de sus verdaderos protagonistas.
El SIDA es la enfermedad causada por el daño que el VIH hace en el sistema inmunitario. Una persona tiene SIDA cuando contrae infecciones peligrosas o tiene un número muy bajo de células CD4. El SIDA es la fase más grave del VIH y con el tiempo, termina provocando la muerte.