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La democracia contemporánea es fundamentalmente representativa, lo que indica que, el gobierno democrático se ejerce mediante representantes que deben ser seleccionados en un proceso electoral regulado por leyes que garanticen la participación política – activa y pasiva- en el poder político de todo ciudadano con derechos políticos vigentes. En otras palabras, la democracia contemporánea debe tener un sistema electoral con reglas garantistas de la igualdad a todos del derecho de acceso al poder político y a la participación.
En el derecho humano a la participación política, elegir y ser elegido, debe primar la idea que, todos tenemos el mismo derecho a participar eligiendo y tener la posibilidad de ser elegidos, en condiciones formales, jurídicas, políticas y materiales. El sistema electoral debe ser democrático desde la base a la cúspide, por lo tanto, se le debe garantizar a todo aspirante el derecho a ser elegido en una contienda política y que su nombre sea considerado.
El trato discriminatorio y la exclusión de ciudadanos en el sistema electoral choca contra la esencia de la equidad política, por ir en contravía a la idea de igualdad de todas las personas en su aspiración a formar parte del proceso de conformación del poder político democrático. Y, los partidos políticos, en una democracia contemporánea son piezas básicas para que el proceso de selección sea transparente, igualitario y accesible a los ciudadanos.
Juan Pabón en su libro “La democracia en América Latina: un modelo en crisis” dice: “…la democracia necesita los partidos políticos como los árboles al sol para adquirir la energía que los fortalece y embellece. Los partidos políticos, son el eje de la deliberación y de la construcción del cuerpo político de la sociedad civil y son la esencia de la democracia de cierre “.
También lo trata el gran Hans Kelsen en su libro “Esencia y valor de la democracia””. En el valora el rol de los partidos político, al decir: “La democracia moderna descansa, puede decirse, sobre los partidos políticos”.
El principio democrático es la guía de la vida interna de los partidos y las decisiones que se adopten en la selección de sus candidatos a los cargos políticos deben ser resultados de la deliberación, y la competencia electoral. Caso contrario no existe igualdad.
Insisto, en una democracia contemporánea, las decisiones de los partidos en la escogencia de candidaturas deben ser el resultado de la deliberación plural, transparente y amplia de sus bases en condiciones de simetría, y, en el alma de la democracia, no es pertinente la escogencia sin oportunidades, que merma su vida democrática y los condena a su desaparición.
Y, si no los condena a la desaparición, lo hace perder su naturaleza. El asunto de la selección de una candidatura, en particular, de un candidato presidencial es un asunto de mucha importancia, en ese proceso se juega la vida de la democracia misma. Garantizar las reglas democráticas es responsabilidad de todos.
Termino con una reflexión del pensador Maurice Duverger, que en su obra “Los partidos políticos” nos enseña: “Oficialmente, los dirigentes de los partidos son elegidos, casi siempre, por los miembros y provistos de un mandato bastante breve, de acuerdo
con sus reglas. Solo los partidos fascistas repudian ese procedimiento y lo sustituyen por la nominación desde arriba: los dirigentes subordinados son escogidos por el jefe supremo del partido…”. Dirigentes y candidatos deben oír estas prudentes reflexiones. En particular, mi Partido Liberal, el partido del pueblo.
*Exministro de Estado*Exgobernador del Atlántico