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¿Por qué vandalizan el patrimonio cultural?

En distintas partes del mundo donde ha estallado la protesta social se ha tomado como símbolo de gran impacto el destruir monumentos, la mayoría de ellos, que hacen parte del Patrimonio Cultural de la Nación, como ha sucedido en distintas regiones del país durante las últimas semanas.

El pasado 7 de mayo en el centro de Bogotá fue derribada la estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada, fundador de la Capital, por parte de los indígenas que habían llegado a la ciudad para unirse formalmente a las manifestaciones nacionales.

En ese momento, Didier Chirimuscay, líder de la comunidad Misak, manifestó que era “un acto de justicia espiritual organizado por las mujeres originarias y mestizas del Movimiento de Autoridades Indígenas de Colombia Aico”.

Un acto que comunidades Misak, Pijao y Nasa ya habían realizado el año pasado en Popayán, así como a finales de abril sucedió en Cali con la estatua de Sebastián de Belalcázar, quien fuera el fundador de estas dos ciudades.

También ocurrió en las protestas que se realizaron entre octubre de 2019 y marzo de 2021 en Chile, donde monumentos históricos de Santiago de Chile y Valparaíso, entre otras ciudades, sufrieron serios daños, desde graffitis, hasta mutilaciones e incluso su derribamiento o destrucción total.

Las protestas por la muerte de George Floyd por brutalidad policial comenzaron el 26 de mayo de 2020 en Mineápolis y se extendieron por distintas ciudades de Estados Unidos, donde también cayeron estatuas, como la del Rey Leopoldo II, así como Cristóbal Colón y la de Edward Colston en Reino Unido, uno de los más reconocidos traficantes de esclavos de la historia.

Se puede ir un poco más atrás, cuando cae el dictador de Irak Sadam Hussein en 2003 y el pueblo salió a las calles para manifestarse, derribando cada una de las estatuas de dicho mandatario, o el caso del Muro de Berlín, que empezó a caer en 1989, y durante varios años, en Alemania se generó un gran debate si había que destruirlo en su totalidad o dejar algunos sectores intactos, a manera de memorial, como al final se hizo.

Sin olvidar los gigantescos Budas de Bamiyan con más de mil años de antigüedad destruidos hace 20 años en Afganistán por parte del régimen islámico talibán, argumentando que eran ídolos, y por lo tanto, van en contravía a las enseñanzas del Corán.

Es un fenómeno cultural que puede tener sus orígenes en los vanguardias del siglo XX, quienes imponen la idea en la sociedad contemporánea que el valor de la novedad siempre está sobre cualquier otro valor, generando un corte con el pasado, que es visto como una pesada carga de antiguas burguesías.

“Vandalizar un monumento o un objeto que ante la ley, la sociedad y la historia institucional es considerado patrimonio, que además, se encuentra ubicado en un espacio público, si bien es considerado un acto delincuencial ante la ley, puede ser visto, por otros sectores, como un acto de reivindicación”, comentó Germán Marino, arquitecto restaurador.

De hecho, según el Código Nacional de Policía, el vandalismo es fuertemente penalizado, que incluye una acción reparatoria y una multa que puede llegar hasta los 16 salarios mínimos.

Las razones que motivan a vandalizar un monumento o patrimonio pueden ser diversas, van desde aquellos que consideran que va en contra de su propia fe, que buscan una reivindicación histórica o sencillamente como un acto a través del cual muestra su rechazo estético.

En el caso, de una buena parte de las estatuas o monumentos afectados en el reciente Paro Nacional, es el encuentro de dos miradas distintas frente a una historia compartida.

Es el caso de Sebastián de Belalcázar, que puede ser visto como el fundador de ciudades como Cali y Popayán, pero por parte de las comunidades indígenas, es el genocida que llegó a invadirlos y despojarlos de sus tierras.

Para Didier Chirimuscay, uno de los líderes de la comunidad Misak, es necesario abrir el diálogo para debatir sobre la historia oficial y la no contada e incluso negada. “Decidimos dejar de pasar por alto todos esos símbolos que son una clara desmemoria que sufre el país sobre lo que aquí aconteció. Esta responsabilidad no es solo del pueblo Misak, es de todo el pueblo colombiano a contar la historia que es”.

DIÁLOGO ABIERTO

El Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC), abrió una serie de mesas de diálogo acerca de las significaciones e implicaciones que puedan tener las acciones más recientes sobre los monumentos en espacio público, en particular los de Bogotá.

En ellas, se han reunido miembros de los Consejos Locales de Patrimonio y de la Asociación Colombiana de Restauradores, académicos y organizaciones sociales representantes de pueblos étnicos, colectivos feministas y colectivos de jóvenes que trabajan en temas concernientes a la memoria, al patrimonio y las prácticas artísticas, entre otros ciudadanos interesados en la discusión.

Asimismo, en colaboración con la Veeduría Distrital, se elaboró una estrategia para ampliar el debate a otros sectores de la ciudadanía, que incluye una encuesta ciudadana acerca del derribamiento del monumento a Gonzalo Jiménez de Quesada y el futuro que debería dársele a la escultura derribada.

Gracias a ello, el IDPC ha trazado una ruta para generar decisiones de política pública en torno a la gestión y la valoración del patrimonio mueble en el espacio público.

Entre las primeras conclusiones a las que se ha llegado, es que el patrimonio mueble en el espacio público se ha convertido en escenario de debate, fenómeno que ha puesto en evidencia la necesidad de que el campo de lo patrimonial sea más amplio y diverso. El espacio patrimonial se ha concebido como un relato único, y la protesta es un llamado de otras voces que piden construir nuevos relatos.

Para ir más allá, según estas mesas de trabajo, es posible que actualmente el tema de la valoración no esté directamente en consonancia con los valores planteados en la Constitución de 1991, la cual enmarca el diálogo en un país que se reconoce como multiétnico y pluricultural.

Pero el debate sigue abierto, como ocurre con el caso de la estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada, sobre la cual se llegó a un consenso alrededor de la idea de que la escultura no debería volver a su pedestal, e incluso, algunos sugieren que su restauración debe hacer evidentes las huellas del derribamiento para ser expuesta en un museo.

En ciudades como Bogotá, desde hace más de un año se viene trabajando en el resignificado de monumentos en mutuo acuerdo con la ciudadanía, como fue la inclusión, en el monumento a Héroes, de los nombres de líderes sociales asesinados.

Trabajando además con las convenciones de la Unesco para las relaciones sociales que se dan entre la inmaterialidad y la materialidad, con énfasis en los patrimonios integrados. Casos como el del legado campesino en Sumapaz o el patrimonio arqueológico en la Hacienda El Carmen, en Usme, abren nuevas preguntas sobre el vínculo social, más que una visión clásica del patrimonio, se busca una activación simbólica de los legados desde el presente.

TRASLADOS PREVENTIVOS

Esculturas del Monumento a Isabel la Católica y Cristóbal Colón, ubicadas en Bogotá, fueron trasladadas con el objetivo de abrir un diálogo para reflexionar sobre el significado y valor del Patrimonio Cultural.

El Ministerio de Cultura tomó la decisión del desmonte y traslado de las esculturas declaradas como Bien de Interés Cultural del ámbito Nacional por la Resolución 395 de 2006 y permanecerán en custodia del MinCultura y se busca que sea el punto de partida para el desarrollo de unas mesas de diálogo, que se establecerán a lo largo de las próximas semanas por parte del Ministerio y en articulación con la autoridades territoriales, con el objetivo de invitar al país a reflexionar sobre el significado y valor del Patrimonio Cultural, en particular, de los monumentos que hacen parte del espacio público y que son referentes de memoria en la cotidianidad, así como objeto de expresión de ideas y reivindicaciones.

Con esto, se busca instalar el tema en la agenda académica y en otros espacios factibles, donde se permita generar un diálogo abierto y público. Estos espacios de concertación permitirán entender, evaluar y concertar propuestas de resignificación o relocalización.

Las esculturas fueron elaboradas por el escultor italiano Cesare Sighinolfi. Su fundición en bronce fue realizada en Pistoya (Italia). Han estado emplazadas en diferentes lugares de la ciudad. Con motivo de la celebración de los 450 años de la fundación de Bogotá y en el marco de las obras adelantadas por el denominado ‘Plan Centro’, que buscó dar importancia histórica a las estatuas, estas fueron trasladadas, finalmente, el 31 de mayo de 1988 a la avenida El Dorado entre carreras 98 y 99.

CASO BOTERO

Un caso distinto sucedió en Medellín, donde esculturas donadas por Fernando Botero, fueron seriamente vandalizadas y varias de sus partes fueron hurtadas, las cuales fueron recuperadas por la policía horas después del hecho.

Se trata de las esculturas Soldado Romano y Hombre Vestido, pero a través de las cámaras de videovigilancia fueron identificados los responsables de los actos vandálicos cometidos en la Plaza Botero en Medellín.

Los individuos que arremetieron contra ellas, al parecer, tenían como fin vender el material que las conforma. Entre las afectaciones se destaca la barra de bronce macizo de la escultura Soldado Romano, donada por el maestro Fernando Botero hace algunas décadas y declarada, entre otras, patrimonio de la Nación.

“Hemos venido insistiendo en que la cultura es de todos y el patrimonio es de todos. Es indispensable la restauración de las esculturas, para ello hemos destinado 400 millones de pesos desde la Secretaría de Cultura y, por parte del Museo de Antioquia, 100 millones de pesos”, agregó el secretario de Cultura Ciudadana, Álvaro Narváez.

Actualmente, el Museo de Antioquia adelanta el informe de los daños causados, que será remitido a la Administración Municipal y al Ministerio de Cultura, por tratarse de patrimonio nacional.

BOGOTÁ (Colprensa).

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