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Campeón del mundo y subcampeón olímpico, el taekwondista Abdoulrazak Alfaga se convirtió a los 26 años en un ídolo en Níger después de haber tenido que practicar su especialidad a escondidas. En unos meses buscará el oro en Tokio para convertirse en el primer campeón olímpico de su país, uno de los más pobres del mundo.
«Cuando ganaba medallas las escondía para que mi madre no las viese», recuerda Alfaga desde sus 2,07 metros de altura y 98 kilos de peso.
En efecto, hasta los 16 años tuvo que esquivar la prohibición de sus padres de que practicase taekwondo, un arte marcial de origen surcoreano basado en golpes de piernas y de puños.
Primero fue su padre el que le prohibió su práctica a raíz de la muerte de un primo, víctima de un accidente cardíaco luego de un entrenamiento. Pero Alfaga se reencuentra con el taekwondo Benín, donde se hospeda en casa de su tío.
De regreso a Níger tuvo que hacer frente a la oposición de su madre.
«Ella me confiscaba los doboks (uniforme de taekwondo), yo los volvía a comprar a escondidas con mi dinero», recuerda el nigerino.
En 2011, «ella se dio cuenta que me habían convocado con la selección nacional. Un primo defendió mi causa, y ella dijo ‘ok, pero no tendrás derecho a fallar», confiesa.
«Cuando gané la medalla de plata en (los Juegos Olímpicos de 2016 en) Rio pensé en mis padres», fallecidos cuando Alfaga tenía 12 años (su padre) y 17 años (su madre).
– 1,78 m con 13 años –
Midiendo ya 1,78 metros de altura a los 13 años, Alfaga barre en las categorías inferiores. Y comienza a hacerse un nombre en la escena internacional al ganar el oro en los Juegos africanos de 2015.
Sus actuaciones le valen el apoyo del Estado de Níger, que financia su entrenamiento en Friedrichschafen, en el sur de Alemania.
Con el objetivo en un principio en los Juegos Olímpicos de 2020 en Tokio, quemó etapas y logró su billete a los Juegos de 2016 en Rio, derrotando en el torneo clasificatorio a su ídolo, el maliense Modibo Keita, campeón del mundo en 2007 y 2009.
«Desde 2012 le enviaba a menudo mensajes diciéndole ‘yo quiero ser como tú’. Él me respondía ‘tu altura es una suerte, pero se necesita más que eso. ¡Trabaja, trabaja, trabaja!’ Él me mostró el camino, hoy en día todavía me anima», asegura Alfaga.
En Rio, en el torneo de más de 80 kilos, luego de haber superado al francés M’Bar N’Diaye y al brasileño Maicon Siqueira, dio la sorpresa en la semifinal al superar al N.1 mundial, el uzbeco Dmitry Shokin, pero perdió la final ante el azerí Radik Isayev.
«Perdí la concentración. Estaba feliz de haber ganado la medalla. Un error, era joven», se justifica Abdoulrazak, quien ofreció a su país la segunda medalla olímpica de su historia, cincuenta años después del bronce ganado por el boxeador Issaka Daboré en los Juegos de Múnich-1972.
– Recibimiento triunfal –
Alfaga fue recibido como un héroe en Niamey por miles de personas, entre ellas el presidente Mahamadou Issoufou.
«Quiero conquistar el oro en Tokio para el pueblo de Níger. Me sacrifico, entreno tres veces al día. Aquí hay un proverbio que dice ‘sufre cuando eres joven o sufrirás cuando seas viejo'», sonríe.
En 2017 se confirmó convirtiéndose en campeón del mundo en Corea del Sur, la patria del taekwondo.
«Él es grande, pero lo que hace que sea el mejor es que entrena mucho», afirma su compatriota Ismael Yacouba, quien también progresa en el centro de entrenamiento alemán de Friedrichschafen.
De paso en Niamey a finales de 2020, Alfaga quiere ver a su país convertido en una potencia mundial del taekwondo.
Explica el éxito del taekwondo en países africanos como Mali, Costa de Marfil (campeón olímpico en 2016 Cheick Cissé), o Gabón al contexto social.
«En África nos peleamos en las calles. Hay que ser el más fuerte. Incluso entre los niños todo está permitido. Pero yo digo a los jóvenes que hay que pelear en el tatami y no en la calle», afirma mientras visita una de las escuelas de taekwondo que han florecido en el país.
Medio centenar de niños entrenan con Tommy Gouzaye, quien arbitró numerosos combates de Alfaga en el pasado. «Cuando le hablaba se agachaba para ponerse a mi altura: respeto y disciplina, las claves de su éxito», cuenta a los chicos, felices de tener a la estrella ante ellos.
«Es ‘Alfa’, el gran luchador. Yo querría ganar como él», afirma Harouna Bihl, de 8 años.
Niamey, Níger | AFP |