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Murió el sacerdote jesuita Alfonso Llano Escobar

Este miércoles falleció en Bogotá el sacerdote jesuita antioqueño Alfonso Llano Escobar. Tenía 95 años. El escritor y columnista también se dedicó a la vida académica e hizo parte de la Pontificia Universidad Javeriana como director del Instituto de Bioética y director de la Especialización en Bioética. En el gremio académico afirman que era uno de los religiosos mejor preparados intelectualmente.

Desde hacía varios años Llano presentaba problemas de salud. El columnista de este diario, Alberto Velásquez Martínez, exaltó en 2018 la labor del jesuita y dijo: “Se podrá ir apagando su vida física, pero transcienden su ejemplo, sus libros, su vida. La misma existencia que alentó a muchos espíritus, llenos de dudas e incertidumbres, para que persistieran en la búsqueda de respuestas”.

El padre Llano nació en Medellín el 21 de agosto de 1925. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1941 y fue ordenado sacerdote en 1956. Era licenciado en Filosofía y Teología de la Pontificia Universidad Javeriana; doctor en Filosofía, con énfasis en Ética, de la Universidad Gregoriana de Roma; y doctor en Teología con énfasis en Moral, del Instituto Alfonsiano de Moral de la Universidad Lateranense, de Roma.

“Era un deleite escuchar el pensamiento concordante o discrepante del padre Llano, siempre ilustrado, abierto, comprensivo. No pocas veces hablamos de historia colombiana y su gran condimento, las pasiones políticas de muchos báculos que en no pocas ocasiones se situaron en contravía de las enseñanzas evangélicas”, detalla Velásquez en su columna.

El padre Llano escribió además varios libros (cerca de 30) y una columna dominical en el diario El Tiempo. “En un diciembre lo notamos taciturno –cuenta Velásquez–. El entonces arzobispo de Bogotá le censuró su columna dominical. No aceptaba que el padre Llano comentara libremente algunas tesis de Teilhard de Chardin y Hans Küng. Eso era inadmisible para la interpretación que el mitrado hacía de la ortodoxia inquisidora. Recibió Llano con gran dignidad pero con inmenso dolor la mordaza, la que años después le irían desprendiendo para volver a expresar conceptos, quizá ya menos controvertibles y audaces que los que sostenía basados en su fe de acerado combatiente de Loyola”.

El pasado 21 de agosto escribió su último texto en dicho diario y dijo: “Ayer viernes 21 de agosto cumplí 95 años. De mi vida puedo decir que ha sido plena, feliz, desbordante. Por esto mismo deseo compartir con mis lectores y hacerlos partícipes de mí fe en Jesucristo. Fe plena en aquel que me ha hecho libre y feliz; le ha dado sentido a mi vida. En cada uno de los 34.765 días de mi ya larga y feliz existencia. Cada día es un encuentro con Dios. He vivido una vida plena, llena de sentido, abierta al más acá y al más allá, luminosa y radiante. Puedo decir al igual que el poeta Neruda: ‘¡Confieso que he vivido!’”.

COLPRENSA

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