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Doloroso y triste sin duda la tragedia ocurrida a coterráneos nuestros en el corregimiento de Tasajeras, jurisdicción del municipio de Pueblo Viejo, en el que perdieron la vida más de 20 personas que quedaron calcinadas y en el que también resultaron heridas con quemaduras de diferente magnitud, producidas por la explosión de un vehículo cisterna que se volcó en la vía, cerca de medio centenar de pobladores de esa localidad del departamento del Magdalena.
Siento por Tasajera gran querencia, como igual la sintió siempre mi Madre Elsa Cecilia Mendoza de Ceballos, de quien heredé ese amor, y como tributo de lo cual, fue en ella donde inicié mi campaña política al Senado de la República en un pasado intentó que aspiro reverdecer en la próxima justa electiva. Perplejidad y angustia me produce que esto ocurra, sobre todo cuando la causa es generada en buena parte y en gran medida por la situación y condiciones de pobreza, pobrería y miseria que viven los más de los habitantes de esa zona, ante el abandono estatal de todo orden por parte de las autoridades nacionales, departamental y municipal pasadas e incluso las actuales, como bien lo refiere Alberto José Linero Gómez, uno de nuestros más connotados magdalenenses, personalidad respetada, respetable y admirada en concierto nacional, en nota de su autoría en buen y mejor decir, de la que arbitrariamente me apropio y que tituló, ¡Ay! como duele…, donde nos dice:
“He pasado miles de veces por Tasajera, ya que toda mi vida me he movido entre Barranquilla y Santa Marta. He conferenciado y evangelizado en sus pocas y destartaladas calles. Hasta me he bajado a comprar pescado ahí en sus improvisados puntos de venta.
Siempre me ha parecido la metáfora de la miseria. Sus casuchas de cartón, sus niños a la orilla de la carretera jugando con juguetes de mentiras, sus pescadores ofreciendo el fruto de sus faenas, algunas veces, con desgano y, otras, con una sonrisa salida de otro mundo, y la polvorienta cancha de fútbol, parecen ancladas en el tiempo, sin ser hiperbólico estoy seguro que no ha cambiado nada desde alguna tarde del año 74 que siendo un niño pasé por primera vez. He vivido allí bloqueos por los constantes cortes de energía, detenciones por fiestas patronales, pares por procesiones fúnebres que van por la carretera y todo tipo de situaciones macondianas.
Ayer la tragedia, una vez más, se hizo presente en ese abandonado lugar. No creo que por una sola y única causa, creo que esas tragedias anunciadas son el resultado de la retroalimentación de múltiples variables sociales que, como una urdimbre, atrapan a esos seres condenandolos a la pobreza. Una miseria de siempre, causada por un abandono de siempre del Estado ¡ojo! No es de ayer, es casi atávico, expresada en una nula educación, pocas oportunidades, escasas fuentes de trabajo y una cultura que se satisface con conseguir lo mínimo y no tiene muchas más expectativas. No justifico el saqueo al que someten a cualquier carro que allí se accidenta, pero sí queda explicado ese comportamiento, por esa pobreza material y mental a la que la corrupción los somete y que no les permite construir diques éticos que les ayude a vivir la vida desde actitudes distintas.
Juzgarlos desde las comodidades de las urbes es fácil y hasta inmoral. Reírse de su desgracia es el cinismo con el que nos negamos a construir nación. Culparse los líderes unos a otros no es más que oportunismo de quienes poco o nada han hecho por estos seres humanos. Algo tendríamos que hacer, pero ¡qué va! parece que Alberto Salcedo tiene razón cuando dice: «Los habitantes de estos sitios pobres y apartados solo son visibles cuando padecen una tragedia. Mueren, luego existen», y seguro pronto los olvidaremos”. Hasta aquí nuestro invitado.
Luego de tan sentidas y radiográficas palabras, que repito, acojo como propias, quedándome solo decir con dolor profundo, que es Tasajera un monumento al abandono total y eterno de las autoridades municipales, departamental y nacional, de todo orden, lo cual lo reitero. Un corregimiento carente entre otros generales y particulares aspectos, de desarrollo, salud, buena educación, ausencia de infraestructura, fuentes de trabajo; y, donde no ha sido posible que se aproveche en beneficio de sus pobladores y vecinos las grandiosas riquezas de la Ciénaga Grande de Santa Marta y del Mar Caribe. La desidia ojalá se termine de una vez por todas con esta nueva tragedia de la que son víctimas casi a diario los pobladores de ese territorio tan caro a mis afectos. Es hora de la reacción Señores Gobernantes no pasen con la velocidad de sus automotores por encima de las falencias y necesidades visibles de esta población. Deténgansen y comiencen por amor a Dios a edificar una nueva Tasajera, la cual merece una reingeniería total, incluyendo cultura y educación a sus habitantes en pro del cambio de la mentalidad que les perjudica. Bienvenida la Reconstrucción. rubenceballos56@gmail.com *Jurista