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Con la profundización del comercio internacional, las estructuras de oferta y demanda de la economía global han evolucionado notablemente en las últimas décadas. La continua intensificación de los flujos comerciales, que pasaron de representar el 25% del PIB mundial hace 50 años a cerca del 60% actualmente, ha condicionado las fuerzas de los mercados bajo nuevos paradigmas, patrones de consumo y generación de valor agregado. Del nivel de entendimiento de los nuevos patrones mundiales dependerá el aprovechamiento de las oportunidades de negocio más rentables, que impulsen de manera más expedita la consecución de mejores estándares de desarrollo.
Este mayor crecimiento del comercio mundial se ha dado en paralelo con una mayor riqueza global y un continuo robustecimiento de la capacidad adquisitiva a nivel mundial, cuyo ingreso per cápita se ha incrementado 80% en las últimas cinco décadas. A su vez, los avances en los medios de comunicación y la tecnología han repercutido no solo en mayores niveles de demanda sino en la celeridad con la cual se materializan los impactos en los hábitos de consumo. En efecto, mientras a principio de siglo XX al teléfono le tomó alrededor de 75 años para tener una demanda de 50 millones de usuarios, a comienzos de siglo XXI a un videojuego móvil como Pokémon Go tan solo le tomó 19 días en lograrlo.
Estas nuevas tendencias de la demanda mundial, que contemplan un panorama de mayor ingreso per cápita, mejores sistemas de comunicaciones y nuevos hábitos de consumo, resultan fundamentales para entender que hoy la inmediatez en el consumo es un atributo de gran valor.
Por su parte, el aumento en la interconexión mundial ha propiciado mayores niveles de competencia por el lado de la oferta. En efecto, el mayor protagonismo de las empresas jóvenes apalancadas en innovaciones ha dinamizado de manera significativa los sectores de servicios respecto al de bienes tangibles. Como prueba de lo anterior, basta con revisar que la edad promedio de las 500 compañías más grandes del mundo se redujo en el último siglo de 67 a 15 años en promedio, al tiempo que el porcentaje de las mismas que se dedicaban a la producción de bienes tangibles pasó de 90% a 35% en dicho periodo.
En Colombia, donde la tendencia ha sido similar, se evidencia una ganancia en la participación del sector servicios en la actividad económica, representando cerca de 30% del PIB y 37% de la ocupación. No obstante, el dinamismo de este sector a lo largo de la última década apenas supera modestamente el de la economía en su conjunto, impulsado de manera algo discreta por las actividades relacionadas con la transformación digital, pero limitado por el desempeño de segmentos asociados a las telecomunicaciones y a los servicios profesionales y científicos.
Por tanto, para un mayor aprovechamiento de las oportunidades que brindan las nuevas tendencias de mercado, se debe avanzar hacia condiciones que propicien la profundización del mercado de servicios y el comercio electrónico, este último por medio del cual se canalizarán los nuevos patrones de consumo. Para ello se requiere avanzar, ineludiblemente, en las condiciones institucionales que faciliten la economía digital, algunas de estas asociadas a la reducción del uso del efectivo, la masificación de los medios de pago electrónicos y la generación de ecosistemas proclives a la innovación en los estándares de competitividad nacional. Sin estas condiciones será difícil vislumbrar la apropiación de los réditos del sector servicios como multiplicador del crecimiento y generación de empleo.
Presidente de Asobancaria