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Muchos artistas utilizan sus obras como instrumento para entregar un mensaje constructivo y salvar nuestro Planeta. Todos nos invitan a despertar y tomar acciones correctivas.
Una obra de arte es capaz de transportarnos a espacios donde se mezclan utopía, realidad, emoción o fantasía. Con base en esta premisa, cada vez más artistas han entrado en el debate global del cambio climático y la sostenibilidad a través de su trabajo.
La mayoría de los maestros de artes plásticas utilizan sus obras como instrumento para entregar un mensaje constructivo y salvar nuestro Planeta.
De acuerdo con la publicación de la Revista Mercado, entre el inventario de obras a nivel mundial, se destaca el del prestigioso Museo del Prado, ubicado en Madrid, España. En su interior se puede encontrar una curiosa versión de “El quitasol”, de Goya.
La obra actual difiere de la original en varios puntos: ‘El quitasol’ ya no es verde, es casi negro, y tiene las palabras “climate refugee”; las caras de los modelos que posan ya no son alegres; y, lo más notorio, ahora la escena no es en un tranquilo campo durante un día soleado sino en un extenso, gris y superpoblado campo de refugiados, víctimas de los efectos del cambio climático que han hecho estragos en sus países.
Entre tanto, la exposición artística, titulada ‘+1.5ºC Lo Cambia Todo’, es un llamado a la sociedad y a quienes dirigen naciones para que busquen soluciones que puedan garantizar que ese simple aumento de la temperatura no siga, pues continuaría empeorando el panorama actual que ya conocemos de inundaciones y sequías.
Por su parte, la obra “Chicos en la playa”, de Joaquín Sorolla, ya no presenta a unos adolescentes a la orilla del mar disfrutando de las olas, sino que ahora se encuentran rodeados de arena y peces muertos, porque el aumento de más de 1.5ºC en la temperatura incrementaría la acidez del mar y morirían poblaciones enteras de peces, sin mencionar que los arrecifes de coral podrían desaparecer.
Además, “Felipe IV, a caballo”, uno de los retratos ecuestres más reconocidos en el mundo se ha utilizado para escenificar la subida del nivel del mar con su personaje en la difícil situación de tener el agua “casi al cuello”.
En el cuadro de Felipe IV aparece el caballo sumergido en el agua, un acto para plantear el grave problema del aumento del nivel del mar como consecuencia de la fusión de los glaciares.
Como lo expresó Javier Solana, presidente de la Real Junta de Síndicos del Museo del Prado, “El valor simbólico de las obras maestras…, es una excelente manera de transmitir a todos, y especialmente a las generaciones jóvenes, lo que está realmente en juego en esta lucha contra el cambio climático”.
Entre tanto la obra ‘Western Flag’ representa un objeto de carbono para un mundo en llamas, un monumento para un siglo de consumo. Se trata de una instalación a manera de simulación hecha digitalmente, en tiempo real, de una bandera formada por una emisión ininterrumpida de hileras de humo negro.
Esta recreación es retransmitida en streaming por el artista desde su estudio. Su mástil está situado en una réplica perfecta de los terrenos de Spindletop, en Texas. Un lugar para nada casual y que refuerza de manera clara, precisa y poderosa el mensaje que encierra la obra, ya que es el lugar de nacimiento de la industria petrolera moderna en Estados Unidos, a principios del siglo XX.