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Aburridos con la cuarentena. A pesar de la esperanza de la reapertura responsable y gradual, que hace parte del acertado manejo gubernamental de la crisis, el miedo a la enfermedad se suma al de perder la libertad. Ejercicio duro, inédito, con fatalidades bordeando los primeros mil colombianos al escribir estas líneas, pero que tal vez nos templará como sociedad. Más duro aún para los mayores, cuyo encierro ha sido prolongado y estricto. “Para qué cumplí 92 si no puedo hacer lo que quiera y tampoco puedo morirme de la manera más alegre posible, con los míos, a quienes no veo personalmente hace tres meses!!”, me dijo una parienta por el video de su celular. Y cuánta razón tiene. El desarrollo libre de la personalidad les permite a los jóvenes, que requieren tutoría, fumar marihuana en dosis personales; pero no les permite a los viejos, que ya la desarrollaron completamente, jugar parqués con sus amigos o ir la panadería o ver a los biznietos. Pero como también me dijo un querido viejo, esto pasará, que no quepa duda.
Los que se han comportado bien en la cuarentena, son la violencia y el robo. Deben estar aburridos porque su actuación dañina se ha venido a menos de manera notoria como subproducto positivo, uno al fin, de la pandemia. ¡Bien por las FFAA! En los primeros cuatro meses de 2020, dos en cuarentena, hemos tenido 600 asesinatos menos que el año pasado, la cifra más baja desde 1983; le sigue hacia abajo la de 2017, primer año del proceso de paz con la guerrilla. La tasa anualizada de homicidios por cien mil habitantes bajó en estos meses a 21, la más baja desde que se tienen registros, año 1962; le sigue el año 2017, primer año de los acuerdos. También para enero-abril de este año tenemos casi catorce mil lesionados menos que el año pasado, cuatro mil docientos delitos sexuales menos, seis mil casos menos de violencia familiar, diecisiete secuestrados menos, novecientas extorsiones menos, casi 20 actos terroristas menos, entre voladuras a oleoductos, hostigamientos a las FF.AA. y ataques a instalaciones públicas; han sido asesinados en estos mismos meses 14 soldados y policías menos que el año pasado, hecho esperanzador que no veíamos desde 2017, primer año de la paz.
Por los lados de los ladrones, el panorama es parecido: en estos cuatro meses hemos tenido cuarenta mil hurtos comunes menos que el año pasado, la cifra más baja desde el año 2017 de marras; cinco mil quinientos robos a residencias menos y veinticinco mil personas atracadas menos que en 2019, lo más positivo desde la época del inicio de la paz.
En cuanto al narcotráfico, se han incautado 156 toneladas de cocaína en los 120 días, buena cifra aunque inferior a la de 2018, que fue de 171 toneladas. Se han erradicado 17.300 hectáreas de coca, menos que el año pasado, pero más que en el 2018; este menor resultado en erradicación, es peligroso y puede debilitar el acuerdo con EEUU, que va hasta 2023, para lograr a esa fecha tener un total máximo de 80.000 hectáreas de coca en el país. Veremos qué pitos tocan los nuevos asesores militares gringos…
Para cometer delitos, no hay que ser el padre Brown, se requieren motivo y oportunidad. En el caso de la violencia, se desarticuló el principal motivo: el de la toma del poder por las armas de la más grande organización ilegal; otros motivos derivados de la condición humana siguen ahí. La oportunidad de asesinar, robar, violar o abusar de menores, poner bombas, secuestrar, herir y extorsionar, a pesar de la inoperancia judicial, ha disminuído por tres razones: inmovilidad de víctimas y victimarios; mayor presencia visible y mejor conectividad de las Fuerzas Armadas con la ciudadanía; y enforzamiento más eficaz de la prohibición del porte de armas.
¿Qué va a pasar cuando termine la cuarentena? ¿Los asesinatos refrenados se sumarán a los dolorosamente habituales y regresaremos a más de mil muertes violentas mensuales? ¿Subirán los muertos en las FF.AA.? ¿Aumentarán el secuestro, la extorsión y el robo? ¿Nos vencerán los cultivos de coca? ¿Regresarán violencia y terrorismo? Aprendiendo rigurosamente de esta cuarentena se impediría que esto sucediera. Más policías, millares al año, visibles, en calles y caminos; más control territorial de las FF.MM. e institucional del estado; más rigor con el control al porte de armas; más erradicación manual y más sustitución voluntaria; eficacia judicial. Tales son las recetas, poco novedosas por cierto.
El motivo Farc ya se desmanteló; ahora hay que mantener alejada la oportunidad. No es difícil entender que la paz, voluntaria para empezar y obligatoria hoy como instrumento de derecho de gentes, fue más barata que la cuarentena obligatoria. Así que a cumplir lo pactado, con entusiasmo, sin soltar globos; y a insistirle al ELN en ese mismo camino de la paz, sin carcundias ni paripés.