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La masa la prepara en el patio de su casa lejos de la gente y la bulla de la calle.
En estos tiempos de aislamiento obligatorio es muy común ver a las personas dedicadas al trabajo informal hacer todo lo necesario para salir adelante, pese a las restricciones del gobierno nacional de aislamiento obligatorio, la gente asegura estar pasando necesidades. Esta situación los ha obligado a ingeniárselas para poder trabajar sin infringir la ley.
Una de esas personas es la cataquera Dionisia Ruiz, la cual es reconocida en todo el municipio por vender deliciosos fritos hasta alta horas de la noche, “a punta de carimañola, empanada, papa y, arepa; así levanté a mis hijos”, aseguró Dionisia Ruiz.
Esta humilde mujer nunca se imaginó que con todo el tema de la pandemia, vender una papa rellena o una empanada, estaría limitado, lo que la obligó a trabajar a domicilio para no perder a sus clientes y ganarse el sustento diario.
No solo de pan vive el hombre, también comen arepas de dulce, empanadas, de carne, queso y carimañolas; otras de las delicias de la gastronomía costeña y de muchos pueblos del caribe colombiano, que al igual que en los tiempos del típico ‘Macondo’ y de las historias narradas por ‘Gabo’, muchos suelen acompañar como buenos provincianos, estas deliciosas comidas con una buena chicha de arroz, que es otro de los productos que doña ‘Dioni’ y su hija Yajaira Ruiz, ponen a disposición de su clientela, para consolidar estas deliciosos pasteles rellenos, que pueden ser la muestra más notoria de nuestra apetecida cocina tradicional.
Esta costumbre tan típica de comer fritos en la esquina hoy está limitada, teniendo en cuenta que en estos lugares la gente llega a conversar, a distraerse y salir de la rutina diaria.
COSAS DE LA VIDA
Muchas veces para poder salir adelante, a muchos les toca labrar el campo, otros más afortunados nacen en cuna de oro como dice la canción del desaparecido Diomedes Díaz, y otros gracias al destino y la bendición de Dios, logran ingresar a una universidad, pero todo esto, gracias también al esfuerzo de hombres y mujeres, que con el anhelo de ver sus hijos realizados como grandes profesionales y personas de bien, se levantan desde muy temprano y, muchas veces de sol, a sol; para alcanzar las estrellas y, dejar grandes huellas, como las que ha ido alcanzando Dionisia Ruiz: la vendedora de fritos más reconocida y, querida en ‘Cataca’, quien a punta del esfuerzo de sus manos y, la magia de su pasión por la cocina, logra dejar al punto, la masa más prodigiosa de maíz, papa y, yuca, con las que prepara las delicias provincianas, que con un toque de queso, carne molida y picante logra satisfacer el paladar de muchos comensales, que llegan desde municipios vecinos a la emblemática Aracataca; para degustar el producto tradicional de los pueblos del caribe, que hoy se vende en ‘Cataca’ como pan caliente bajo la modalidad de domicilios, gracias a la atención oportuna de Jesús David Villar, quien es uno de los nietos más queridos de doña ‘Dioni’ y, quien además se capacitó en procesamiento de alimentos.
LOS INICIOS DE LA VENTA DE FRITOS
“Empecé esta labor con mi suegra la ‘Niña’ Rosa de La Hoz, vendiendo fritos en las mañanas, luego ella falleció y ya llevo más de 30 años de estar proyectando estas empanadas, carimañolas y papas; con las cuales levanté a mis ocho hijos y, nietos y, sigo todavía en esa labor; imagínate que una noche que teníamos la venta en la puerta llegó una señora en una moto con su nieto y ella se descuidó y ese niño aceleró esa moto y me tumbo toda la mesa de fritos, de vaina no me tiró encima la manteca caliente; quedé toda empolvada de la harina que me cayó encima, eso fue un susto grande”, refiere doña ‘Dioni’ en medio de una despampanante sonrisa que la hacen dejar de lado por un momento la empanada que estaba haciendo al recordar tan pintoresco episodio.
LO QUE PASA EN CATACA SON COSAS DEL ‘REALISMO MÁGICO’
En Aracataca todos dicen que pasan cosas que no pasan en otras partes del mundo, es como si Macondo dejara de ser un estado de ánimo que le permite a uno ver lo quiere ver y, verlo como quiere, según la definición que le diera el propio maestro García Márquez, cuando le preguntaban ¿qué era Macondo? y es que Aracataca no es más que el pueblo más real de las provincias del caribe, en los que la ficción se convierte en la más cruda realidad que caracteriza esta tierra, cuna de grandes personajes como ‘Leo’ Matiz el propio Gabriel García Márquez, el ‘Perro Negro’ Antonio Jaramillo, Lucho Agámez, Márceles Daconte, Franklin Benavidez, Guille Gámez, Jorge Viloria, Los ‘mellos’ Pérez ‘Lucho’ y Manuel, Azael Peña, Enrique Camargo, el maestro Arca, Juancho Jaramillo y muchos más en la que las anécdotas y hechos más inverosímiles son una parte esencial del entorno atrayente de esta singular comarca “macondiana”.
LAS ANÉCDOTAS QUE CARACTERIZAN LA TIERRA DE ‘GABO’.
“Aquí llega bastante gente a comer frito de todos los barrios, vienen de Las Delicias, del Barrio El Carmen, de Loma Fresca y, de ‘Mateconcha’, aquí es muy común ver desde el doctor fulano de tal, hasta al alcalde y al policía, ahí, amontonados entre motos y carros, de tanta gente que llega”, expresa Gloria Bullones Díaz más conocida como la negra Terán,
y puntualiza vieras lo que me pasó un día : “Ahí la vecina siempre pone su venta desde las seis de la tarde hasta las once de la noche, yo como por lo general dormía solita con un nietecito eso me daba tranquilidad, porque me sentía acompañada, ya que ahí se encierran tarde, pero un día venía en temple de una caseta para unos carnavales tipo 11:00 pa’ 12:00 de la noche, y confiada que ellas estuvieran ahí vendiendo todavía, me vine más tranquila y, resulta que ese día ya se habían acostado porque acabaron con la venta temprano y, cuando iba llegando a la esquina de los Mendoza me salió un perro negro feo, y yo lo que hice fue espantarlo ¡Use Nojoda, Use! Y, Salí corriendo en bolas de fuego; el animal ese me miró tan feo que la piel se me puso de gallina, y llegué tumbando la puerta de la casa y mis hijos alarmados por el tropelín con el que llegué me preguntaron qué pasaba y les conté lo que había sucedido y me dicen ellos ¡métete mamá, metete! que ese es el diablo, ¡Erda y pa’ qué fue eso¡ duré un poco de días sin salir a la calle, porque cada vez que miraba para la esquina yo me acordaba de ese animal”, cuenta la “negra” en medio del desparpajo de carcajadas que la caracteriza al hablar.
Cuando se escuchan los primeros trinos de los pájaros que anuncian un nuevo día en “macondo”, comienza la faena de doña ‘Dionis’, la matrona del sabor en Cataca.
Todo se ha ido convirtiendo en un protocolo ceremonial que comienza a las cuatro de la mañana cada día, como muestra sagrada de compromiso y pasión por una labor que a través de los años, sigue consolidando un merecido renombre dentro de las más reconocidas y populares vendedoras de frito de Cataca y la zona bananera en general, con el que además logra cada noche ganar algunos pesos para subsistir a pesar de las vicisitudes de la vida y, con los que además ha logrado también apoyar en la formación de muchos de sus descendientes de los cuales ya cuenta ocho hijos, 23 nietos, y cuatro bisnietos.
EL AMANECER
Cuando en la tierra de ‘Gabo’ apenas salen los primeros jornaleros a cumplir con el compromiso de llegar hasta las distintas fincas de palma y banano del sector para comenzar su faena. Macondo entonces aún duerme, pero en el barrio Nariño a unos cuantos pasos de la casa donde nació el nobel escritor, ya hay una distinguida y humilde dama, que se dispone a preparar su tinto y a encender la grabadora por la que escucha sus sagradas noticias cada amanecer, acompañada de su esposo Édinson Alberto Ruiz, su compañero eterno, con quien sigue luchando cada día en este noble tarea que dios le encomendó. Luego de ahí se alista con su canasto de paja para atravesar como de costumbre la plaza principal hasta llegar al mercado del pueblo, con todas las medidas de seguridad, donde llega a comprar los aliños para las salsas de las carimañolas y donde además como cita obligada se encuentra con doña Juana la que vende las verduras y, con el ‘Buda’ y Álvaro Polo, dos reconocidos carniceros de “Cataca”, que entre chanza y chanza, la proveen de las mejores carnes para rellenar las más apetecidas papas y carimañolas de Macondo.
Pero todo no termina allí, de regreso a casa a doña Dionisia la espera Arcelio, el vendedor de yuca más visible de la tierra del nobel, reconocido por su singular sombrero de paja y el bastón de guayacán que le sirve de palanca para parquear su vieja bicicleta a donde quiera llega, la cual se ha convertido en la compañera eterna de este humilde trabajador provinciano, que con bocina en mano y acompañado de cada pedalazo, va avisando que “llegó la harinita, Yuca, Yuca, a dos mil las tres libras”.
Qué pueblo del caribe no tiene a su Dionisia, que en vez de fritos vende su peto, o que Dionisia, Martha o Carmen no tiene su venta de sopa, con la cual obtienen el pan de cada día, El reconocimiento es para esas miles de personas nobles y de corazón humilde que con palangana en mano, o machete al hombro labran el porvenir para ellas y cada uno de los miembros de su familia.
Hoy atraviesan las duras y las maduras porque muchos de ellos no pueden salir a trabajar, algunos como Dionisia se las ingenian para vender a domicilio, otros por el contrario están a la espera que pase la medida de aislamiento para salir adelante, pidiendo apoyo del gobierno nacional para poder afrentar esta pandemia.
“Mi sueño era que mis hijos estudiaran, que fueran alguien en la vida y, fueran personas de bien. Le doy gracias a Dios por todo lo que me ha dado, por mis hijos, por mi esposo, por mis nietos y, por mi salud, para que me permita salir adelante en esta humilde labor con la que junto a mi esposo Édinson y mis hijas seguimos luchamos para salir adelante”, indicó doña Dionis.