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El drama que se avecina para colegios privados de clase media y baja

Los colegios privados son un complemento imprescindible en el sistema educativo nacional y se hace perentorio pensar en su inclusión al sistema o plantear unas verdaderas medidas de salvamento.

POR:
WILINGTON
NARVÁEZ ABRIL*

Como ya es conocido, la mayoría de los sectores económicos se encuentran padeciendo los rigores del confinamiento, a causa de la pandemia mundial del Covid-19.

El sector educativo afronta la dificultad de no poder ejecutar sus clases magistrales o presenciales, que de por sí, ya es un aprieto de carácter institucional, pues afecta la relación maestros-estudiantes, ocasionando que se trunquen o incluso, se pierdan en su gran mayoría los procesos de aprendizaje y por ende, se vean en riesgo los logros académicos y los distintos resultados en las pruebas evaluativas que periódicamente se llevan a cabo.

Y además, si tenemos en cuenta que el nivel educativo en la mayoría de las regiones del país es bajo, se convierte este confinamiento en una verdadera catástrofe de orden institucional.

A esto, se le suma la problemática administrativa que actualmente empiezan a vivir los colegios privados de clase media y baja del país, que no tienen otra alternativa de sostenimiento: las pensiones que los padres de familia pagan por el servicio educativo de sus hijos estudiantes; dinero que es utilizado, en gran parte, para pagar los salarios de docentes y planta administrativa.

Además, de los diferentes gastos de sostenimiento que tienen los planteles, que varían dependiendo del número de alumnos y el tamaño de la planta física o campus escolar.

¿Qué pasa si los padres de familia dejan de pagar estas pensiones? Evidentemente los colegios entrarían a tener dificultades económicas, que se verían reflejadas en las diferentes obligaciones de estos planteles como pago de nómina, situación que agudizaría más la crisis económica que hoy día, afrontan la mayoría de los hogares colombianos.

Hasta el momento, de parte del Gobierno Nacional, no se ha escuchado ninguna disposición al respecto, tal vez para no generar más pánico entre la ciudadanía o porque se vienen sorteando las diferentes problemáticas, a medida que se vuelven urgentes e inmediatas.

Sin lugar a dudas, los colegios privados representan una enorme fuente de empleo para nuestros docentes, quienes lógicamente, no todos están vinculados con el Estado, convirtiéndose este en el único soporte de ingresos que la mayoría poseen.

Esta situación genera diferentes conflictos de orden económico, social y cultural, lo que nos invita a plantearnos diferentes reflexiones en torno a la educación en nuestros territorios.

Si bien es cierto que, los últimos gobiernos han invertido más dinero en infraestructura educativa, con relación a lo que se gastaba anteriormente, siempre sale a relucir la frase de cajón e inclusive, a retórica de congresista pasado de moda: “ningún dinero invertido en educación es y será suficiente para reducir la brecha entre la educación pública y la educación privada en este país”.

Indudablemente, la lucha que se viene dando en Colombia para poder suplir las grandes necesidades educativas, no es de ahora y seguramente, se ha logrado avanzar en infraestructura; hoy día vemos, por ejemplo, los famosos megacolegios ofreciendo una amplia cobertura, localizados en sitios estratégicos, de grandes apuestas de comodidad y servicios que van desde la alimentación escolar, como el desarrollo de distintas habilidades hasta ejercicios de aptitudes de formación y académica.

Estos programas y proyectos que viene implementando el Gobierno cuentan con amplias inversiones de los programas de alimentación escolar, transporte y demás servicios, que van en procura del mejoramiento de la calidad de vida de las diferentes comunidades.

Es meritorio y hace parte de grandes apuestas gubernamentales, pero aun así, indudablemente estos esfuerzos resultan insuficientes cuando vemos los resultados de medición de cobertura y calidad del servicio. Y ni hablar de los resultados académicos, los cuales nos tienen posesionados en los peores lugares del continente y el mundo.

De acuerdo con estos resultados y mediciones, nos invitan a pensar seriamente, sobre la manera ¿en qué se vienen invirtiendo los recursos y si estos, están bien direccionados?  Estas y otras preguntas surgen de manera espontánea; aunque parezca que no tienen respuesta alguna, se hace necesario entre los ya mencionados espacios de reflexión, aprovechar esta problemática, generar discusiones en torno a lo prioritario en materia de inversión, y lógicamente repensar nuestras apuestas, tanto de orden gubernamental como de sector privado para con el servicio educativo.

Estos planteamientos es el resultado del análisis que surge con relación a la gran afectación que ya empiezan a tener estos colegios privados, especialmente de clase media y baja, imprescindible complemento en el servicio educativo nacional.

Según los indicadores, los establecimientos escolares de este sector abarcan un gran número de estudiantes que deberían hacer parte de la cobertura del Estado, pero por razones de calidad educativa y en algunos sectores, de seguridad, sus padres hacen el esfuerzo económico y ubican a sus estudiantes en estos planteles, con el deseo que logren obtener mejores resultados académicos.

Lo anterior, cambiando, en ocasiones, comodidad física de los colegios públicos, por pequeñas e incomodas aulas e instalaciones, con el fin de brindarle a sus hijos mejores posibilidades de formación.

Cabe mencionar que, en algunos casos, los maestros que laboran en estos colegios privados también lo hacen en otra jornada en instituciones estatales, con el ánimo de generar mayores ingresos económicos que a su vez, les permitan poder satisfacer sus necesidades prioritarias de la mejor manera, como por ejemplo lograr colocar a sus hijos en instituciones educativas de clase media alta y alta, paradójicamente.

Localizados algunos de estos colegios en sectores residenciales, en el corazón de los barrios, así nacen muchos de ellos: en las casas de sus dueños y fundadores, que con el paso del tiempo, el acompañamiento de los vecinos y moradores del sector, van creciendo y a su vez,  ofreciendo mejores alternativas académicas que sus similares instituciones de carácter público.

Esto, los convierte en una alternativa en el marco de la oferta académica, logrando algunos crecer administrativamente, adquiriendo terrenos, haciendo ampliaciones en sus plantas físicas y haciéndolos verdaderos patrimonios dentro de las distintas comunidades donde se encuentran ubicados.

Sin embargo, vemos como hoy día estos pequeños pero representativos patrimonios educativos están en amenaza e inevitablemente, algunos se verán abocados a desaparecer, pues difícilmente podrán superar esa crisis económica que se les avecina.

Se hace necesaria la puesta en marcha de alternativas de salvamento para estas entidades, no solo de carácter económico, que a pesar de ser lo prioritario, no es lo único que interesa; es el gran aporte que estas instituciones hacen a la cobertura de educación nacional, la cual no sería posible sin la ayuda y acompañamiento de estas entidades, por lo que solo nos quedaría una alternativa: articular estas instituciones al fortalecimiento de la oferta educativa nacional.

Así se generan espacios de encuentro y trabajando de la mano, juntando propósitos, integrar a las comunidades desde la escuela, para de esta forma ofrecer más y mejores condiciones para cumplir con el cometido de nuestras sociedades: el estudio y formación de las nuevas generaciones.

Es el momento de evaluar y replantear las directrices que se vienen asumiendo por parte de nuestros entes gubernamentales, desde los postulados ministeriales como las alternativas que ofrecen las secretarías regionales.

Definitivamente, estos colegios hacen, son y seguirán siendo un complemento imprescindible en nuestro sistema educativo nacional y se hace perentorio pensar en su inclusión al sistema o plantear unas verdaderas medidas de salvamento.  *Wilington Narváez Abril, Antropólogo y Realizador Audiovisual

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