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Monseñor Luis Adriano Piedrahita Sandoval, Obispo de la Diócesis de Santa Marta.
La mayoría de los miembros de la comunidad religiosa samaria ha manifestado su interés por celebrar nuevamente la Eucaristía en las Iglesias, pero todavía el Gobierno Nacional no ha dispuesto medidas al respecto en el marco de esta cuarentena.
Con relación al tema el Obispo de la Diócesis de Santa Marta, monseñor Luis Adriano Piedrahita Sandoval, envió un mensaje a la comunidad religiosa, destacando entre uno de sus apartes lo siguiente: “A propósito, entiendo que la Presidencia de la Conferencia Episcopal le ha propuesto al Gobierno unos protocolos a seguir para la reapertura; se espera la respuesta”.
A continuación el mensaje textual enviado por el señor Obispo de la Diócesis samaria, la cual va dirigida a toda su comunidad religiosa:
“Queridos hermanos sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas, fieles laicos: Reciban mi fraterno saludo en el Señor Resucitado.
Últimamente hemos estado recibiendo de personas, grupos de fieles, sacerdotes incluso, manifestaciones que muestran el deseo ferviente de tener nuevamente los templos abiertos, participando de la Eucaristía sacramentalmente, encontrándonos con los hermanos en el seno de la comunidad.
Es realmente esto algo muy valioso de tener en cuenta, porque muestra el amor de todos a la Eucaristía, su sentido de Iglesia, su pertenencia a la comunidad cristiana.
Entiendo esta preocupación porque indica la importancia central que le damos a los sacramentos de la Iglesia, especialmente la Eucaristía, para nuestra vida de fe y lo que significa un encuentro con el Señor mediado por la comunidad; a ello, se añade otro ingrediente como es el de la incertidumbre que tiene que ver con el sostenimiento económico de nuestras Parroquias.
Sin embargo, quiero invitarles a considerar este momento transitorio, como una prueba que nos permite fortalecer nuestra Fe. En ese sentido, los invito a todos a ejercitarnos en la paciencia, a calmar nuestra ansiedad, siendo conscientes de la necesidad primera de cuidar y proteger la vida humana; se trata de un compromiso que tenemos todos de ser responsables de la vida de los demás y de la propia.
A propósito, entiendo que la Presidencia de la Conferencia Episcopal le ha propuesto al Gobierno unos protocolos a seguir para la reapertura; se espera la respuesta.
Mientras tanto, hemos de pedir al Señor que nos conceda la gracia de, prontamente, volver a vivir con toda la normalidad del caso nuestra vida cristiana y participación en los sacramentos de la Iglesia. De alguna forma, como se dice, en la oración le expresamos al Señor el deseo que alimenta y alienta la esperanza.
Por ahora, los sacerdotes se han valido de los medios virtuales para comunicarse con los fieles y para ofrecerles la posibilidad de participar de otra manera de la Eucaristía, sin olvidar que esto es algo completamente diferente a la participación sacramental y a la vivencia física en el seno de una comunidad.
Como lo advertía el Santo Padre, lo actual es algo transitorio por las circunstancias, por lo que debemos estar pendientes de no prolongar como una cosa normal las experiencias virtuales de fe que ahora vivimos.
Por lo tanto, ahora es importante perseverar en la paciencia, ejercitarnos en esta virtud, en la serenidad, en la tolerancia, con la esperanza de que prontamente retornaremos a la normalidad. ¿Cuándo? No lo sabemos. Me parece que hemos de estar atentos a las indicaciones que nos van dando las autoridades que se asesoran de expertos en la materia.
Para concluir, me permito ofrecerles, especialmente a los impacientes, una serie de principios que he tenido la oportunidad de ir decantando en medio de nuestro confinamiento:
-Dios continúa derramando su gracia sobre todos nosotros aun en medio de la carencia de la vida sacramental.
-Las pruebas, antes que debilitar nuestra fe, han de fortalecerla.
-A pesar de la imposibilidad de encontrarnos físicamente continuamos viviendo la comunión eclesial con nuestros hermanos en la comunión de los santos porque hacemos parte del Cuerpo Místico de Cristo.
-La vida humana es un bien supremo que nos regala Dios, que cuando se hace más urgente su cuidado, mayor ha de ser nuestra solicitud en protegerla.
-El buen Pastor defiende a las ovejas del peligro que las acecha y da la vida por ellas, incluyendo las amenazas a la vida presente que contiene en germen la vida eterna.
-La virtud escatológica de la esperanza se acrecienta en el desear pacientemente.
-De los males, Dios sabe sacar bienes para nuestro provecho.
Dios los bendiga, y bendiga sus familias y comunidades. Que Él, por intercesión de la Santísima Virgen María, nos conceda la gracia de encontrarnos prontamente de nuevo”.