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´Nadie se salva sólo´: El Papa

El Papa Francisco celebró un Domingo de Ramos especial,  sin la presencia de los fieles, por la crisis del coronavirus. La ceremonia tuvo lugar en el interior de la Basílica de San Pedro y no en la plaza vaticana, como es habitual. AFP

El Papa Francisco y todos los servidores de Dios en la Tierra, representando a la Iglesia Católica,  entre ellos el Obispo de la Diócesis de Santa Marta, monseñor Luis Adriano Piedrahita Sandoval, con su mensaje en este Domingo de Ramos, hicieron un llamado a la solidaridad ante el sufrimiento que agobia al mundo por la pandemia del  covid-19.

El Papa Francisco ofició la misa de Domingo de Ramos, que marca el inicio de la Semana Santa, en la basílica de San Pedro, sin feligresía y en compañía de unos cuantos religiosos, midiendo la distancia recomendada para evitar posibles contagios por el covid-19.

El 15 de marzo, el Vaticano anunció que todas las celebraciones litúrgicas de Pascua se llevarían a cabo «sin la presencia física de los fieles» en la plaza de San Pedro con el fin de evitar mayores contagios. Así, este domingo, el Papa bendijo los Ramos en una basílica vacía, salvo por un puñado de religiosos y religiosas, sentados cada uno distante.

La misa fue difundida en directo en la página web del Vaticano, como también lo será el próximo domingo para la misa de Pascua, la celebración más importante del cristianismo.

En su homilía, el Pontífice recordó que:

“El SenÞor nos sirvioì hasta el punto de experimentar las situaciones maìs dolorosas de quien ama: la traicioìn y el abandono. Jesuìs sufrioì la traicioìn del disciìpulo que lo vendioì y del disciìpulo que lo negó.

Jesuìs  fue traicionado por la gente que lo aclamaba y que despueìs gritoì: «Sea crucificado» (Mt 27,22). Fue traicionado por la institucioìn religiosa que lo condenoì injustamente y por la institucioìn poliìtica que se lavoì las manos. Pensemos en las traiciones pequenÞas o grandes que hemos sufrido en la vida. Es terrible cuando se descubre que la confianza depositada ha sido defraudada.

Nace tal desilusioìn en lo profundo del corazoìn que parece que la vida ya no tuviera sentido. Esto sucede porque nacimos para amar y ser amados, y lo maìs doloroso es la traicioìn de quieìn nos prometioì ser fiel y estar a nuestro lado. No podemos ni siquiera imaginar cuaìn doloroso haya sido para Dios, que es amor.

Examineìmonos interiormente. Si somos sinceros con nosotros mismos, nos daremos cuenta de nuestra infidelidad. Cuaìnta falsedad, hipocresiìa y doblez. Cuaìntas buenas intenciones traicionadas. Cuaìntas promesas no mantenidas. Cuaìntos propoìsitos desvanecidos.

El SenÞor conoce nuestro corazoìn mejor que nosotros mismos, sabe que somos muy deìbiles e inconstantes, que caemos muchas veces, que nos cuesta levantarnos de nuevo y que nos resulta muy difiìcil curar ciertas heridas. ¿Y queì hizo para venir a nuestro encuentro, para servirnos? Lo que habiìa dicho por medio del profeta:

«Curareì su deslealtad, los amareì generosamente» (Os 14,5). Nos curoì cargando sobre siì nuestra infidelidad, borrando nuestra traicioìn. Para que nosotros, en vez de desanimarnos por el miedo al fracaso, seamos capaces de levantar la mirada hacia el Crucificado, recibir su abrazo y decir: “Mira, mi infidelidad estaì ahiì, Tuì la cargaste, Jesuìs. Me abres tus brazos, me sirves con tu amor, continuìas sostenieìndome… Por eso, ¡sigo adelante!”.

Por ello, el Santo Padre señaló que “cuando nos sintamos entre la espada y la pared, cuando nos encontremos en un callejoìn sin salida, sin luz y sin escapatoria, cuando parezca que ni siquiera Dios responde, recordemos que no estamos solos. Jesuìs experimentoì el abandono total, la situacioìn maìs ajena a Eìl, para ser solidario con nosotros en todo. Lo hizo por miì, por ti, para decirte: “No temas, no estaìs solo. Experimenteì toda tu desolacioìn para estar siempre a tu lado.

Hoy, en el drama de la pandemia, ante tantas certezas que se desmoronan, frente a tantas expectativas traicionadas, con el sentimiento de abandono que nos oprime el corazón, Jesús nos dice a cada uno: ‘Ánimo, abre el corazón a mi amor. Sentirás el consuelo de Dios, que te sostiene’, dijo el Papa en su homilía.

Dirigiéndose a los jóvenes, el santo padre mencionó el esfuerzo de todos aquellos que pese al riesgo de contagio salen a la calle para ayudar a los otros. «Mirad a los verdaderos héroes que salen a la luz en estos días. No son los que tienen fama, dinero y éxito, sino son los que se dan a sí mismos para servir a los demás. Sentíos llamados a jugarse la vida. No tengáis miedo de gastarla por Dios y por los demás: ¡La ganaréis!», añadió.

El drama que estamos atravesando nos obliga a tomar en serio lo que cuenta, a no perdernos en cosas insignificantes, a redescubrir que la vida no sirve, si no se sirve. Porque la vida se mide desde el amor.

De este modo, en casa, en estos diìas santos pongaìmonos ante el Crucificado, que es la medida del amor que Dios nos tiene. Y, ante Dios que nos sirve hasta dar la vida, pidamos la gracia de vivir para servir. Procuremos contactar al que sufre, al que estaì solo y necesitado. No pensemos tanto en lo que nos falta, sino en el bien que podemos hacer.

Mirad a mi Siervo, a quien sostengo. El Padre, que sostuvo a Jesuìs en la Pasioìn, tambieìn a nosotros nos anima en el servicio. Es cierto que puede costarnos amar, rezar, perdonar, cuidar a los demaìs, tanto en la familia como en la sociedad; puede parecer un viìa crucis. Pero el camino del servicio es el que triunfa, el que nos salvoì y nos salva la vida.

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