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Nadie niega que el presidente Duque quisiera acertar pero la verdad es que sus actos, sus decisiones, sus nombramientos y la forma como maneja el poder, cada día reducen más la credibilidad sobre su gestión. Las críticas a sus acciones o la falta de ellas llenan las columnas de opinión de todos los periódicos, aun en aquellos que son claramente oficialistas. Pero el presidente no solo no reacciona cuando toca sino que comete ligerezas como la tristemente célebre fiesta infantil en Panaca. Otra perla reciente es no haberse pronunciado sobre las palabras del general Zapateiro cuando expresó su pesar por la muerte de Popeye —uno de los asesinos más crueles de este país—. Y la lista continúa sin que se note ningún cambio. Esto se puede reducir a la profunda distancia entre lo que hace el presidente y lo que dice, tarea que debería ser abordada por sus asesores, especialmente el de prensa.
Es una realidad indiscutible y ya ampliamente comprobada que el presidente Duque no tenía la experiencia mínima necesaria para ejercer este cargo y lo que ha demostrado en este año y medio es que no pudo resolver esta falencia. Lo obvio es que lo hubiera reconocido desde un principio y a partir de ese momento nombrara a su alrededor personas que le ayudaran a suplir esa evidente limitación. Era evidente que se necesitaba una gran dosis de humildad para aceptar este hecho y proceder a acompañarse de gente a la que debería escuchar y consultar permanentemente.
Pero en vez de esto, nombró personas no solo igualmente inexpertas que en algunos casos se han desmayado con el poder o peor aún, se rodeó de funcionarios sin las calificaciones para desempeñar cargos de tanta responsabilidad. Todo esto ha terminado en un gobierno a la deriva que comete errores permanentemente, lo que lo ha debilitado de una manera difícil de reparar. A esto se agrega el criterio con el cual, con demasiada frecuencia, se seleccionan a quienes deberían acompañar al presidente. Prima la lealtad al Centro democrático sobre cualquier otro y el resultado ha sido desastroso. Para la muestra la nueva Canciller, el Director de Memoria Histórica, entre muchos más.
¿Dónde está el problema? La respuesta es obvia: falta de humildad del presidente, creer que el poder ilumina y una gran cantidad de miembros del equipo gubernamental que no han debido ser escogidos para cargos claves. Mezcla que es una especie de bomba que ojalá el gobierno desactive para lo que le falta, la mitad de su período. La pregunta del millón es si será posible ese cambio profundo y la respuesta es más negativa que positiva.
Ojalá fuera distinto porque es el país el que sufre el costo de un gobierno que no logra sintonizarse con la sociedad, que se caracteriza por un escándalo diario, el último peor que el anterior. Por ejemplo, que tal el lio del embajador colombiano que en su finca en la parte arrendada encontraron un gran laboratorio de cocaína. La Cancillería de inmediato salió a sacar la cara defendiendo al embajador, pero la mancha queda. De tumbo en tumbo es lo que no puede seguir pasando en el equipo de esta administración.
Hay un problema muy grande y complejo con su gobierno presidente Duque. Por favor actúe antes de que sea demasiado tarde.
*ExMinistra de Estado