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Descifrar el alma de los colombianos es relativamente sencillo. No requiere complejos y costosos estudios de opinión. Basta quitarse los lentes artificiales que una minoría de «líderes», que defienden sólo sus propios intereses, nos imponen para mirar la realidad. La verdad es diáfana para quien quiera verla, sin la distorsión que obliga a ver lo blanco negro y lo negro, blanco. Que llama malo a lo bueno, y justifica lo malo, descalificando los ojos que miran y no la distorsión de los lentes.
A Dios gracias la visión limpia del Papa iluminó la oscura confusión del país. El pueblo que empoderó ve cada vez mejor. Es como si hubiera caído la venda. No imagino el despertar final de los cómplices de la ceguera colectiva.
Algunos todavía se preguntan: ¿Por qué una mayoría significativa de ciudadanos no apoyó el proceso de paz de Santos con las Farc? Sencillo: Por la falta de arrepentimiento de las Farc. Ni siquiera fue por la desproporción de la entrega gubernamental, empeñando el bolsillo, las instituciones y la democracia. Ha sido por la altivez agresiva y desafiante, de quiénes no se arrepienten de cometer delitos de lesa humanidad. Eso es lo que hiere la dignidad de un pueblo cansado del sufrimiento, pero con vocación de perdón y reconciliación, a pesar de no ser tenido en cuenta en los acuerdos, que a la menor muestra de arrepentimiento sincero se hubiera volcado al reencuentro. No sólo no lo invitaron, sino que se le impuso perdonar por decreto, so pena de quedar estigmatizado como enemigo de la paz.
En las sociedades verdaderamente solidarias con el sufrimiento de las víctimas y el resarcimiento de sus derechos, como la española, las víctimas siempre «tienen la razón». Si una víctima siente dolor, rabia, indignación, tristeza o aun no perdona, se respeta su sentimiento como parte de un proceso normal de sanación, más si no ha habido justicia. Aquí la amenazan. Sí, le sucedió, al representante Edward Rodríguez y en él, a todas las víctimas de las Farc. ¿Su pecado? Indignarse y atreverse a llamar «asesinos» a este grupo armado. «Esta gente mató a mi hermano» gritó en una sesión de la Cámara con víctimas, y con Santrich presente. Como consecuencia, Jesús Santrich lo entutela a él, al también representante Santiago Valencia y a los periodistas Salud Hernández y Gustavo Rugeles, por atreverse a hacer «acusaciones injuriosas y calumniosas» ya que él «no ha sido condenado por delito alguno».
Quedó la notificación: que se silencien víctimas y periodistas. Se amenaza a unos para notificarlos a todos. El nuevo garrote se llama “Justicia” y eso que aún no se estrena la JEP…..
No hay arrepentimiento. Son desafiantes……Las víctimas jamás olvidarán la burlesca respuesta del mismo personaje, cuando le preguntaron sí pedirían perdón: ese «quizás, quizás, quizás», con ritmo de bolero cubano, quedó grabado con hierro caliente en el corazón de los colombianos.
Y sigue el anuncio de la candidatura de Timochenko, tal como siempre se advirtió: sin pagar un sólo día de cárcel, ni pronunciar un «lo siento». ¿Reparación? El inventario de escobas y terrenos baldíos habla por sí solo.
La situación es clara: unas Farc desafiantes, sin arrepentimiento y con curules aseguradas. El Gobierno de su lado y el resto, la inmensa mayoría de los colombianos, en la orfandad, comenzando a quitarse los lentes artificiales.
Escritora y Defensora de DD.HH