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Armero: la historia de la peor catástrofe natural de Colombia

Se cumplen 34 años del día que el volcán Nevado del Ruiz hizo erupción y sepultó a 25.000 personas.
Cada vez que Luz Helena García Bernal escucha el bramido de un motor ronco o nota que se corta la energía, se estremece. Inevitablemente, sus sentidos se agudizan, la piel se crispa y se pone a la defensiva. Solo cuando identifica el origen del ruido vuelve a sentirse tranquila. La tragedia de Armero, de la que sus padres fueron los héroes al guiarla a una montaña en una frenética carrera, esquivando cuerdas de energía y postes caídos, explosiones de fondo y carros chocados, le dejó secuelas.

Pero esta bogotana de 48 años, que el día de la avalancha tenía 15, no es la única en su familia en vivir alerta. Su hermano menor también guarda más precauciones de la cuenta. Para los paseos familiares no deja de cargar un casco con linterna. Hace un año estuvieron los hermanos García con sus esposas e hijos en una finca en Puerto Bogotá, cerca de Honda.

“Una de esas noches llovió durísimo, se fue la luz como a las 11 de la noche. Mi hermano sacó su casco. Como a unas diez cuadras de donde nos quedábamos pasaba el cauce del río Magdalena, e imaginar que podía crecerse o desbordarse, nos tuvo toda la madrugada alertas con la puerta principal abierta, y nosotros en guardia. Otros familiares nos veían como bichos raros al ver que no nos íbamos a dormir”, recuerda Luz Helena.

Está casada hace 27 años, tiene una hija y trabaja como analista técnica en el Grupo Energía Bogotá (GEB). Su voz no se quiebra cuando noviembre asoma en el calendario y Armero se vuelve tema nacional. Otras dos prevenciones la marcan: cuando llega a una casa u oficina ubica las salidas de emergencia, y en su hogar les insiste a su esposo e hija que no dejen en el piso zapatos o algo que estorbe el camino a la puerta de la entrada.

“En mi casa, el pasillo que comunica los cuartos a la puerta de salida debe estar totalmente despejado, sin cajas o algo con que nos podamos tropezar. Mi hija no lo entiende, pero si hay que escapar, no debe haber trampas que nosotros mismos ponemos”, comenta.

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