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¿R. Unido saldrá por fin de la UE? Claves de un Brexit a lo Boris

Cuesta creer que el primer ministro británico Boris Johnson –quien llegó al poder a base de aventar en la cara de su antecesora, Theresa May, la puerta del rechazo a su acuerdo de salida de la Unión Europea–, sea el mismo que ayer apareció vestido de conciliador, anunciando un “gran acuerdo” para que su país abandone esa comunidad económica.

La noticia de un nuevo documento con las condiciones de ruptura entre Gran Bretaña y Europa llega a pocos días de la fecha límite del 31 de octubre, y puso a Johnson al otro lado del tablero: ahora es él quien debe convencer al parlamento británico para que valide lo que su gobierno logró pactar con los negociadores de la UE.

El tiempo corre en contra, aunque no es muy claro para quién (ver recuadro). El nuevo acuerdo será votado mañana mismo y, en caso de ser aprobado, el Primer Ministro lograría en un solo intento lo que su antecesora fracasó tres veces en conseguir: sacar, por fin, a Reino Unido de la UE, tres años después del referendo en el que los británicos tomaron ese camino.

Una frontera en el mar

La pregunta central de la nueva votación del acuerdo del Brexit es qué ha cambiado con respecto a lo ofrecido por May.

Como explica Rafael Piñeros, profesor de relaciones internacionales de la U. Externado, en esencia se mantiene el mismo documento que logró la anterior Primera Ministra, pues permanecen las garantías de derechos para ciudadanos europeos en Reino Unido y viceversa, así como el compromiso de pago de la deuda británica con el viejo continente, la cual alcanza 50.000 millones de euros.

La gran diferencia es el asunto de Irlanda del Norte (que se iría con Reino Unido) y la República de Irlanda (que permanecería como parte de la Unión Europea).

El anterior acuerdo establecía un mecanismo, llamado backstop, que básicamente mantenía a Irlanda del Norte dentro de las reglas arancelarias de la UE, incluso después del tiempo de transición del Brexit, de forma indefinida.

La razón de este backstop era evitar que el Brexit estableciera una frontera física entre ambas irlandas, rompiendo así con su estrecha relación comercial y los compromisos de su acuerdo de paz en 1998. Sin embargo, la ausencia de una fecha límite para esta condición especial fue rechazada por parte de los conservadores, incluyendo a Johnson.

El nuevo acuerdo busca una fórmula intermedia: Irlanda del Norte aplicará las reglas aduaneras británicas; sin embargo, esto cambiará cuando los productos en cuestión tengan como destino la República de Irlanda. En ese caso se aplicarán las normas de la Unión Europea.

Los encargados de decidir qué reglamentos aplicar a cada caso serán funcionarios británicos ubicados en la salida al océano de Irlanda del Norte. Es decir, el nuevo acuerdo hace que la frontera no esté entre las dos irlandas, sino en el mar.

Esta condición especial deberá ser ratificada por el Parlamento autónomo norirlandés cada 4 u 8 años.

De facto, como explica Piñeros, esto garantiza el comercio de Irlanda del Norte con su vecino, pero puede poner en riesgo el que ya tiene con Inglaterra a través del mar de Irlanda. ¿Cómo sabrán los funcionarios aduaneros si los productos que entran a Irlanda del Norte terminarán o no en el mercado de la UE? Esa pregunta, para el experto, está por responder.

Contando votos

Aunque Johnson aseguró tener confianza en la aprobación del Parlamento, los números generan dudas. El acuerdo requiere el voto de 320 diputados para ser aprobado, pero ayer mismo fue rechazado por los 10 parlamentarios del partido de los unionistas norirlandeses (DUP), los cuales propenden por una relación cercana con Reino Unido y ven un riesgo ante el establecimiento de la frontera en el mar con Inglaterra.

Además, Johnson deberá sortear la oposición de los 21 diputados conservadores que expulsó del partido en septiembre. Con esto, sus posibilidades de elevar sus cerca de 260 previsibles votos se centran en los conservadores más radicales y en los opositores laboristas que se inclinan por ejecutar de una vez el Brexit; en suma, apelar a la urgencia o al tedio de los parlamentarios que podrían respaldarlo con tal de que R. Unido se libre de la discusión circular en la que vive desde hace 3 años

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