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Decía Juan Guaidó hace apenas una semana que no se dejarían engañar de otras convocatorias para establecer contactos con voceros del régimen de Nicolás Maduro. Tras haber accedido a hacer unas rondas en Oslo, el presidente de la Asamblea Nacional y reconocido como presidente interino por decenas de países, dijo a sus seguidores que no caerían en la trampa de dar más oxígeno al régimen usurpador.
Algo habrá ocurrido en esta última semana porque el pasado domingo, Guaidó emitió un comunicado en el que, si bien reitera sus juicios sobre el régimen contra el cual él y cientos de miles de sus simpatizantes demócratas se juegan la libertad y la vida día a día, notifica que asistirán a una reunión en Barbados.
Informa Guaidó que lo harán “a instancias del gobierno del Reino de Noruega”, y deja entrever que también acuden a esa cita como gesto hacia la comunidad internacional.
Desde que esos diálogos se intentaron hace dos años en República Dominicana, las advertencias sobre los objetivos que el chavismo, que eran ganar tiempo, dividir a la oposición y aparentar una supuesta voluntad de conciliación, no solo se demostraron ciertas sino que ahora vuelven a reiterarse.
¿Por qué, entonces, volver a caer en lo mismo? ¿No es una ingenuidad de Guaidó y de sus inmediatos asesores?
Ya la oposición está dividida. Destacados dirigentes como Antonio Ledezma o María Corina Machado rechazan todo espacio de contacto, pues para ellos la única vía es el fin del régimen, con apoyo internacional. Maduro, en esto de fracturar al “enemigo”, ya ganó uno de sus propósitos.
Por otro lado, sin embargo, y a diferencia de los contactos en República Dominicana, esta vez el mediador (Noruega) ofrece más garantías de las que en su momento dio el expresidente de España, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, quien no solo tomó partido sin disimulos por Maduro y su régimen sino que se convirtió en una especie de embajador volante del chavismo. A ese papel contemporizador, sinuoso y parcializado no se prestaría Noruega.
Es evidente que los cálculos de casi todo el mundo fallaron. Maduro se enrocó en el poder, las Fuerzas Armadas, salvo contadísimas deserciones, siguen obedeciendo a las consignas del chavismo, y los resortes del poder real están en manos de la camarilla en la que se sostiene Maduro.
Guaidó y los líderes opositores que lo acompañan deben dejar muy claras las condiciones bajo las cuales acuden a Barbados. No aceptar dilaciones, no dejarse entrampar con diálogos indefinidos. Con la irrenunciable exigencia de una convocatoria de elecciones no controlada por la maquinaria del chavismo y su consejo electoral de bolsillo. Acelerar el proceso de liberación de los presos políticos, desactivar los mecanismos de represión violenta contra opositores y líderes democráticos.
La presión internacional y el acompañamiento de los gobiernos democráticos debe seguir aun cuando la paciencia de los venezolanos se agotó hace tiempo y ellos, con justificadas razones, encuentren que nada ha sido suficiente para terminar con la agonía del país. Maduro y su régimen no cayeron cuando todo estaba dado para eso y cerrar toda vía de contacto no va a ser la estrategia que conduzca a una solución pronta, máxime cuando se sabe que una transición requerirá tiempo y concesiones.
*Internacionalista.