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Una de las palabras mas traqueadas en el ambiente nacional, es sin duda la denominada “carrusel”. Todos los días nos sorprendemos con un nuevo escándalo que lleva involucrado el término y que no es mas que la denominación que se le aplica a un sistema de corrupción que compromete a funcionarios públicos y a particulares en calidad de contratistas y también de testaferros, cuando de ocultar recursos públicos sustraídos ilícitamente se trata.
El último de esos casos que se ha evidenciado tiene que ver con la construcción de aulas escolares, en donde a un municipio se le asignaron recursos por 3117 millones de pesos para construir 21 aulas y solo alcanzó para tres.
Y a esto sumémosle los casos de la salud, de las obras civiles, de las dotaciones, de los comedores comunitarios, de las exportaciones ficticias, del transporte público, de los créditos de fomento y todos los demás que se han denunciado.
Siempre las circunstancias son las mismas: asignación de recursos, apropiación sin planes específicos, ausencia de vigilancia por parte de la respectiva entidad, de las contralorías y de las veedurías ciudadanas, y desaparición de los recursos, frente a la impotencia de los beneficiarios de las obras y servicios que se cansan de esperar y las ofertas para solucionar sus problemas no llegan.
Lo doloroso del asunto es que, cuando al fin se puede saber, si es que se sabe, ya los recursos públicos han desaparecido y resulta imposible poderlos detectar para su respectiva recuperación.
La conclusión suele ser la misma: los corruptos se imponen y la acción del Estado resulta insuficiente y hasta complaciente.
Tenemos los peores sistemas de contratación y no lo aceptamos. Tenemos los mas deficientes mecanismos de control y tampoco nos sacude ese flagelo. Tenemos la impunidad mas alta, soportada por una Justicia que no es capaz de llegar oportunamente y que carece de instrumentos de inteligencia eficaces, y tenemos una carencia de ética que como una epidemia invade todas las actividades en donde esté el Estado, pues los perfiles de los involucrados siempre resultan ser individuos para quienes todo vale y para quienes apropiarse de lo público resulta ser casi un acto de heroísmo y de habilidad admirable.
Colombia vive pues en medio de un carrusel que hace presencia en todas partes y que cada vez involucra a mas y mas personas, que tienen como distintivo la trampa, la violación de la ley y el aprovechamiento ilícito de todo lo que incluya la palabra dinero.
*Abogado y miembro de la Academia Colombiana de Historia y de la Real Academia Española de la Historia