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En mayo de 2018, un almacén de la cadena Market Penny en Hanover, Alemania, amaneció con casi todos sus estantes vacíos.
No había escasez, pero podría haberla algún día: a propósito los administradores retiraron todos los productos que son polinizados por abejas para llamar la atención sobre su rápido declive en el mundo.
Desde manzanas hasta zuquinis desaparecieron ese día de los estantes, también chocolates y dulces cubiertos con cera de abejas. 60 % de los Mercados Penny, unos 2.500 productos, son directa o indirectamente dependientes de la polinización por ese pequeño insecto.
No es una alarma infundada. Las prácticas agrícolas agresivas con el uso indiscriminado de insecticidas y la ocupación de bosques con la eliminación de flores silvestres están disminuyendo de manera acelerada poblaciones de abejas en el planeta.
Diferentes listados rojos nacionales señalan que 40 % de las especies están amenazadas de una u otra forma.
En las últimas cinco décadas el volumen de cultivos dependientes de la polinización aumentó 300 % y aunque aquellos emblemáticos insectos no son los únicos que polinizan, atienden 90 % de las plantaciones más importantes para los humanos.
Sin polinizadores se perdería uno de cada tres bocados de comida que consumimos y aunque su extinción no está a la vuelta de la esquina, la reducción comienza a afectar la producción agrícola y apícola.
Una crisis de la que no escapa Colombia.
Comenzamos hoy una serie de artículos para mostrar cuál es la situación de esta problemática en el mundo y en el país y soluciones que están en marcha o planteadas con el objetivo de que las abejas sigan existiendo y brindando sus beneficios.
El Colombiano.