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Hay un tipo de empresario que no despide a un empleado porque le duele y porque no imagina como va a comer la familia de este cuando se le acabe la liquidación. Hay un tipo de empresario que prefiere renunciar a sus utilidades por quedarle bien a sus clientes y a sus acreedores. Hay un tipo de empresario que no es malicioso con los demás ni radical en sus decisiones. Este tipo de empresario es muy posible que fracase en el mundo de los negocios.
Admito vergonzosamente que una vez de una forma cruda, arrogante y discriminatoria regañé a un trabajador mío – el cual no dejaba de tomar trago – y le dije: «El ron no está hecho pa’ los pobres». Hoy me digo a mi mismo: «Los negocios no están hechos pa’ los románticos». No me malinterpreten, ya que el hombre exitoso en los negocios no es un hombre malo, es simplemente un hombre con otras cualidades diferentes al del hombre sensible. El hombre de negocios debe ser disciplinado, debe entender que el corazón está hecho para la esposa, los hijos y la familia. El hombre de negocios debe desconfiar, verificar y pedir garantía de lo que se le dice. Y sobre todo el hombre de negocios tiene siempre claro que es mejor que la contraparte pierda a que pierda el.
Mi padre hace mucho tiempo insistió en que yo estudiara Administración de Negocios en USA. Fue un error estudiar esa carrera – el cual reconozco muy tarde – porque yo no tengo las virtudes que un hombre de negocios debe tener. Y fue un error estudiar esa carrera en Estados Unidos porque la cultura es diferente a la cultura colombiana, lugar donde yo me iba a desenvolver. En Estados Unidos ser ambicioso es una virtud, en Latinoamérica es un defecto. En Estados Unidos se castiga fuertemente la mentira y es mas frecuente encontrar a personas diciendo la verdad. Ante el resto de los latinos el colombiano es algunas veces considerado como deshonesto. Obviamente hablo de generalidades y seguramente tenemos mala fama por una minoría que hace mejor la mala publicidad que el resto.
Menos del 50% de los negocios que se emprenden sobreviven el segundo año y menos del 6% sobreviven el décimo año. Cerca del 90% de los negocios fracasan por flujo de caja, es decir que se proyectan ingresos y ventas que nunca se llegan a realizar cuando se esperan. Por esto el empresario exitoso no puede ser ni pesimista, ni optimista pero si realista. La capacidad de visión es importante pero todos los sueños deben tener un tren de aterrizaje. Los empresarios extremadamente soñadores también fracasan. Las proyecciones de los negocios se deben hacer mesuradamente y siempre contemplando la posibilidad de que también puede ocurrir el peor escenario, para el cual debe haber sagradamente un plan de contingencia.
Los empresarios sufrimos de discriminación cuando muchos piensan que lo único que sabemos hacer es ganar dinero e ignoran que en los negocios frecuentemente también se pierde. Un empresario sabio sabe lo que arriesga antes de realizar un emprendimiento, nunca lo apuesta todo y reconoce que su activo más valioso es su reputación y la marca su empresa.
Por último un empresario sabe conformar equipos de trabajo, buscando entre sus empleados y asesores gente que se complemente con él y pueda compensar las deficiencias o debilidades. El empresario que sabe lo que hace, también debe contar con la difícil habilidad de saber elegir gente con «integridad», ya que la confianza es el factor más importante para crear empresas exitosas.