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El Sumo Pontífice hizo la oración que se realiza todos los domingos en el Vaticano, desde la Iglesia San Pedro Claver, donde señaló que quería orar por cada uno de los países de Latinoamérica, y especialmente por Venezuela “expreso mi cercanía a cada uno de los hijos y las hijas de esa amada nación”.
Tras visitar el santuario san Pedro Claver, Francisco celebró el Ángelus en la plaza lleva el nombre del santo.
Tras visitar el santuario san Pedro Claver, el jesuita español conocido por su defensa de los esclavos africanos que llegaban al Nuevo Continente, Francisco celebró el Ángelus en la plaza lleva el nombre del santo.
Recordó que «todavía hoy, en Colombia y en el mundo, millones de personas son vendidas como esclavos, o bien mendigan un poco de humanidad, un momento de ternura, se hacen a la mar o emprenden el camino porque lo han perdido todo, empezando por su dignidad y por sus propios derechos».
Y entonces llamó a «trabajar por la dignidad de todos nuestros hermanos, en especial por los pobres y descartados de la sociedad, por aquellos que son abandonados, por los emigrantes, por los que sufren la violencia y la trata».
«Todos ellos tienen su dignidad y son imagen viva de Dios. Todos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, y a todos nosotros, la virgen nos sostiene en sus brazos como a hijos queridos», agregó.
Para su visita a Cartagena, el papa Francisco eligió visitar dos lugares simbólicos de la desigualdad social existente en Colombia, la barriada marginada de San Francisco y la casa del santo.
En su discurso tras visitar la casa de San Pedro Claver y rezar ante sus restos, Francisco contó la historia del lienzo con la imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá, la patrona de Colombia» para compararlo con las historias de marginación.
«Durante un periodo largo de tiempo esta imagen estuvo abandonada, perdió el color y estaba rota y agujereada. Era tratada como un trozo de saco viejo, usándola sin ningún respeto hasta que acabaron desechándola», explicó
Fue entonces cuando, continuó el pontífice, «una mujer sencilla, la primera devota de la Virgen de Chiquinquirá, que según la tradición se llamaba María Ramos, vio en esa tela algo diferente. Tuvo el valor y la fe de colocar esa imagen borrosa y rajada en un lugar destacado, devolviéndole su dignidad perdida».
«Supo encontrar y honrar a María, que sostenía a su Hijo en sus brazos, precisamente en lo que para los demás era despreciable e inútil», destacó.
Francisco usó este ejemplo para elogiar a quienes «de diversas maneras, buscan recuperar la dignidad del hermano caído por el dolor de las heridas de la vida, de aquellos que no se conforman y trabajan por construirles una habitación digna, por atender sus necesidades perentorias».
Recordó que Isabel, una mujer indígena, y a su hijo Miguel, «les dio la capacidad de ser los primeros en ver transformada y renovada esa tela de la Virgen» porque «son los pobres, los humildes, los que contemplan la presencia de Dios, a quienes se revela el misterio del amor de Dios con mayor nitidez».
Sobre Pedro Claver explicó que el jesuita se hizo llamar «esclavo de los negros para siempre» y que esperaba las naves que llegaban desde África al principal mercado de esclavos del Nuevo Mundo.
«Muchas veces los atendía solamente con gestos evangelizadores, por la imposibilidad de comunicarse, por la diversidad de los idiomas. Sin embargo, Pedro Claver sabía que el lenguaje de la caridad y de la misericordia era comprendido por todos», explicó.
«Incluso cuando repugnaban, porque pobrecitos venían en un estado terrible, él les besaba las llagas», agregó. San Pedro Claver «ha testimoniado en modo formidable la responsabilidad y el interés que cada uno de nosotros debe tener por sus hermanos».
Y por ello, recordó Francisco, «debió enfrentar duras críticas y una pertinaz oposición por parte de quienes temían que su ministerio socavase el lucrativo comercio de los esclavos».