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Estudié en un colegio donde se creía, erróneamente, que las matemáticas constituían el conocimiento más importante para los alumnos. Física, cálculo, trigonometría, química. “Ciencias duras” las llamaba la directora, una señora que había nacido en el medioevo, pero aún estaba viva.
Las otras ciencias, que eran las “blandas”, recibían menos intensidad horaria. La apuesta del colegio era que los estudiantes fueran muy buenos en números, y que las otras áreas eran menos importantes. Había, incluso, algún tufillo – bastante idiota- de que las humanidades eran menos necesarias y estaban destinadas a los comunistas y los hippies. Ese pensum era el común de todos los colegios cuando yo era estudiante.
Me temo que por estos días la cosa sigue igual: Estudiantes abarrotados de números y fórmulas, pero poco de historia, filosofía y ética.
Estamos viendo las consecuencias. Miren ustedes como las ideologías de extremas se están tomando el poder. Ni hablar de Estados Unidos, que ya demostró que un electorado con poca educación es capaz de montar en el pedestal a un loco. Brasil ya da muestras de hacer lo propio. Filipinas no se quedó atrás. Venezuela, ni hablar.
El punto que quiero mostrar es que la falta de educación en humanidades nos está llevando al abandono de los más elementales derechos de los ciudadanos, que son fueron una conquistas, precisamente, del humanismo en los últimos 300 años de historia.
Si ya no se estudia la historia, los jóvenes podrán creer que los derechos de que hoy gozan (y abusan) siempre los han tenido; pero resulta que no es así. Los derechos que hoy resulta “obvios” fueron productos de inmensas y hasta violentas luchas que sucedieron, y aún hoy suceden, en el planeta.
El derecho al voto, a ser juzgado por un juez imparcial, a poder expresar libremente su opinión, y profesar cualquier credo, y otros muchos, son derechos relativamente nuevos – en términos históricos- y que no están presentes en todas las latitudes. Miren, por ejemplo, Arabia Saudita donde las mujeres pudieron manejar vehículos hasta hace poco. O Cuba, donde les gusta encarcelar de por vida a los contradictores del régimen.
Si no se estudian las humanidades, si no cambian – cambiamos- el pensamiento torpe y romo de que hay unas ciencias duras, y más importantes que otras, estamos condenando a convertir a los ciudadanos en tecnócratas de poca profundidad, muy listos y preparados para sacar su reluciente computador, y responder con una ecuación, pero con poca capacidad de entender su entorno y problemas actuales.
Son los tecnócratas, con sus vestiditos ajustados, los que desde el escritorio y con sus gráficas de fondo, piden recortes en las garantías de los ciudadanos.
Lo advirtió el gran humanista Colombiano: Las ideologías se inventaron para que pueda opinar el que no piensa.
*Abogado