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Nikki Haley, de 46 años, esta hija de inmigrantes hindues ha sido considerada una estrella en ascenso en el Partido Republicano, marcado por un tradicional liderazgo de hombres blancos y ávido de contar con minorías femeninas y étnicas para ampliar su atractivo electoral.
Nikki Haley, la mujer más destacada del gobierno de Donald Trump, sorprendió al anunciar su dimisión como embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, desatando especulaciones sobre su futuro y sobre quién la sucederá.
La noticia fue comunicada desde el Salón Oval, sin explicarse los motivos ni revelarse quién ocupará su lugar cuando se vaya a fin de año, un nombramiento que según Trump podría conocerse «en las próximas dos o tres semanas».
«Me dijo hace unos seis meses (…) que quería tomarse un descanso», declaró el presidente sobre Haley, en su gobierno desde el inicio en enero de 2017. «Hizo un trabajo fantástico», añadió, confiando en que «en algún momento» regrese.
«Fue muy especial para mí», subrayó, tras llamarla «mi amiga» en Twitter.
En el estado de Iowa, donde participó en una reunión pública, Trump dijo a la prensa que había preseleccionado a cinco personas para sustituir a Haley, y confirmó que Dina Powell, expresidenta del Consejo de Seguridad Nacional, formaba parte de ellas.
El embajador en Alemania Richard Grenell no está por el contrario en la lista. «Ha tenido tanto éxito en un cargo tan importante (…) que no querría cambiarlo. Personalmente, preferiría dejar a Ric donde está», observó.
Más temprano, el presidente había evocado la hipótesis de una nominación de su hija Ivanka -«sería dinamita» en el puesto, dijo-, pero luego se corrigió: «sería acusado de nepotismo», afirmó. La propia Ivanka excluyó la posibilidad en un mensaje de Twitter.
Algunos observadores afirmaron que Haley busca cortar todo lazo con Trump para volcarse a la contienda política, presentándose como una republicana moderada en un escenario muy polarizado. Pero ella negó inmediatamente tener aspiraciones presidenciales.
«No, no me postularé para 2020», aseguró, anunciando que será leal a Trump.
De 46 años, esta hija de inmigrantes indios ha sido considerada una estrella en ascenso en el Partido Republicano, marcado por un tradicional liderazgo de hombres blancos y ávido de contar con minorías femeninas y étnicas para ampliar su atractivo electoral.
«Es muy importante que los funcionarios entiendan cuándo es momento de retirarse (…) a veces es bueno rotar», señaló quien fuera la primera mujer gobernadora de Carolina del Sur (2011-2017).
Nacida como Nimrata «Nikki» Randhawa, Haley (su apellido de casada) llegó a la ONU como novata en las relaciones internacionales, pero rápidamente se colocó en primera línea de la escena diplomática, donde sobresalió por sus dotes políticas y también por su elegancia. «Se viste para el cargo», se suele decir sobre sus impecables trajes y tacones.
Su brillo parecía sin embargo más deslucido desde que Rex Tillerson fue reemplazado en marzo en el Departamento de Estado por Mike Pompeo, muy cercano a Trump y quien este martes declaró a periodistas que Haley ha sido «una gran compañera», aunque declinó responder preguntas sobre el tema.
La salida de Haley, aparentemente amigable en una turbulenta Casa Blanca donde en menos de dos años entraron y salieron decenas de funcionarios, parece tener una explicación más prosaica que las intrigas palaciegas: la necesidad de un trabajo en el sector privado para hacer frente a las deudas que aparecen en su última declaración financiera, incluida una hipoteca de más de un millón de dólares.
La víspera de su renuncia, la ONG Ciudadanos por la Responsabilidad y la Ética en Washington, pidió investigar a Haley por el uso de lujosos aviones privados y la aceptación de caras entradas a partidos de básquetbol como regalo.
WASHINGTON, AFP