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Ya vamos para dos semanas del gobierno Duque y su estilo de gobierno se percibe cercano a la gente, alejado del dogma más radical de algunos de sus copartidarios y alejado de la forma tradicional de hacer política.
A la hora de dar manejo a los acuerdos para la terminación del conflicto con las Farc, el Presidente deberá abarcar este tema con una aproximación similar para que Colombia pueda pasar de una vez por todas la página de este doloroso capítulo de nuestra historia. Haciéndolo así, el nuevo mandatario encontrará que encarrilar dicho proceso no será tan complejo.
En este sentido, considero que lo primero que debe hacer el Presidente es reconocer que, con todo y sus defectos, en Colombia se respira un aire diferente luego del acuerdo con las Farc. Hoy en la gran mayoría del país se siente que se levantó la asfixiante cortina de la violencia y que el territorio se abrió.
Esa sensación es novedosa para quienes pertenecemos a generaciones más veteranas y cada vez más natural para los más jóvenes. Lo único que falta para sellar esta transición, por lo menos en cuanto a percepción, es sacar a las Farc y a los acuerdos del centro del debate público. Logrando esto, el presidente podrá capitalizar los dividendos de un país sin el terrorismo de las Farc y ponernos a todos a soñar unidos con el futuro, tal como él desea.
Lo segundo y fundamental para poder lograr lo expresado sobre estas líneas, es enfocar sus esfuerzos en la implementación correcta de los acuerdos tal como quedaron, en vez de reformarlos. Juzgando desde mi experiencia, el 90% de lo que hoy no funciona con los acuerdos con las Farc se debe a su implementación errada más que a sus notables fallas de diseño.
Por ejemplo, desde 2016 la implementación de los distintos aspectos de los acuerdos está distribuida entre unas 29 instancias distintas y cuenta con cinco responsables generales, los cuales no siempre se coordinan efectivamente entre sí.
El nuevo Presidente y su equipo deben dedicar sus esfuerzos iniciales a organizar el andamiaje gerencial para que la implementación quede en manos de máximo siete u ocho entidades y con un responsable claro.
Este camino dará mejores resultados para el bienestar del país y para la gobernabilidad de Duque que abordar una reforma constitucional engorrosa para modificar los acuerdos que podría terminar por consumir los cuatro años de su gobierno y generar un espacio para que sus enemigos políticos lo ataquen.
El gobierno encontrará además que implementar de manera rigurosa temas como la justicia transicional conducirá a que se castiguen severamente a quienes incumplan, en especial a los comandantes, algo que el presidente criticó durante su campaña y razón por la cual muchos votaron por él.
Finalmente, el nuevo gobierno debe ser consciente que los acuerdos con las Farc están en un punto donde es igual de fácil rescatarlos que perderlos. Para rescatarlos, el Presidente deberá acompañarse de un equipo experto que no llegue a aprender ni a improvisar. Para esto no se pueden pegar de consideraciones políticas o politiqueras a la hora de seleccionar a los responsables de esta tarea, sino de inteligencia y buen criterio.
Debido a improvisaciones evitables, hoy tenemos 210.000 hectáreas de coca, nuevas bandas criminales y decenas de líderes asesinados. Esperemos que la paz de Duque aprenda de estas lecciones, se enfoque en lo que es y logre cerrar con éxito esta etapa de nuestra historia
*ExDirector de la ANR